Decenas de miles de trabajadores, jóvenes, campesinos e indígenas se lanzaron a la calle en toda Colombia el 28 de noviembre en una jornada de Paro Nacional contra la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque. La jornada de lucha se produjo en medio de la pandemia del Covid-19, que se ha cobrado más de 70,000 vidas, con un desplome del PIB del 6,8%, con un aumento del desempleo oficial hasta más de 4 millones de personas, y un aumento general de la pobreza.
Las principales ciudades del país vivieron manifestaciones masivas, particularmente en Bogotá, Cali y Medellín, pero en general por todo el país. La rabia acumulada reata el nudo con las jornadas del paro nacional de noviembre de 2019, un proceso de lucha que se vio interrumpido por la pandemia.
En esta ocasión, el intento del gobierno de usar la pandemia para impedir las protestas no funcionó. “Si el pueblo marcha en pandemia es porque el Gobierno es más peligroso que el virus”, fue una de las consignas que resumen la jornada de protesta. Ya se ha convocado a continuar con el paro el día de hoy 29 de abril y algunos hablan de continuar hasta el 1º de mayo.
Publicamos aquí un análisis de los compañeros de Colombia Marxista, el grupo de la CMI en el país.
LA CLASE TRABAJADORA CONTRA LA REFORMA DE DUQUE-URIBE
Por María Espinoza
El suspense es una experiencia deliciosa en la sala de cine pero horrible en la vida cotidiana. Desde febrero, el gobierno de Iván Duque, “el que dijo Uribe”, anunciaba otra reforma tributaria, que fue recibida con más sospechas que simpatías. Este dinero no se recaudaría para nada productivo, más allá de garantizar el funcionamiento de un régimen en bancarrota, en más de un sentido.
Para el pasado 15 se conoció el texto de un proyecto de ley presentado al Congreso de Colombia, “Por medio de la cual se consolida una infraestructura de equidad fiscalmente sostenible para fortalecer la política de equidad fiscalmente sostenible para fortalecer la política de erradicación de la pobreza, a través de la redefinición de la regla fiscal, el fortalecimiento y focalización del gasto social y la redistribución de cargas tributarias y ambientales con criterios de solidaridad y que permitan atender los efectos generados por la pandemia (...)” Tanta palabrería mal compuesta era el anuncio de nuevos tributos que se traducen necesariamente en un aumento de precios de los productos de la canasta básica y un seguro incremento del desempleo que ya alcanza cifras alarmantes, incluso en su versión oficial. Para la clase obrera esto fue el colmo del abuso y el descaro. En principio se llamó a una jornada de paro y movilización para el día 28. Con el paso de los días las bases han propuesto que la acción se mantenga hasta el 1º de mayo.
Hace tres años la burguesía colombiana cerró filas alrededor de Iván Duque para hacerle presidente de la República; hoy, esa misma burguesía responde con temblorosa y cobarde violencia a la voz indignada de millones de trabajadores colombianos que no están dispuestos a seguir sufriendo miserias para financiar el peor gobierno de la historia de Colombia.
Duque, ante el desastre, buscó en su limitado léxico las mejores palabras para titular su proyecto de reforma tributaria. Su ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, hizo todo lo posible por vender las bondades de su proyecto de reforma hasta que se evidenció que el doctor en economía de la Universidad de Illinois, el hombre que ha puesto su talento al servicio del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, ignora cuánto paga una persona trabajadora en Colombia por una docena de huevos. Entendimos que los intereses de Carrasquilla no están en llenar la canasta de mercado de las familias obreras de Colombia sino con su clase, como lo muestra un reciente artículo publicado aquí.
Por supuesto, la pandemia ha sido la hoja de parra que cayó para disimular las vergüenzas del Gobierno de Duque. Antes de que apareciese la noticia del COVID-19, el país estaba condenado a la quiebra, no sólo por la pésima gestión del anterior presidente. A aquel se le acusó de dar “mermelada” (cargos públicos, contratos, privilegios, etc.) a los políticos profesionales para manejar el poder. Es decir, por hacer lo mismo que sus antecesores, pero si aquello era mermelada, lo de Duque ha de ser caviar o algo de esa índole.
LA BUENA VIDA URIBISTA
Quizá lo único malo que le trajo el COVID-19 a Duque fue la drástica reducción que sufrieron sus viajes al exterior. En sólo su primer año de gobierno visitó oficialmente: Paraguay, Panamá (tres veces), Estados Unidos (tres veces), Ciudad del Vaticano, Italia, Bélgica, Francia (tres veces), México, Ecuador, Suiza (dos veces), Chile, Perú (dos veces), El Salvador, Argentina, Reino Unido y China, donde hizo una ofrenda floral a los mártires de la Revolución China, aunque los miembros de su partido cotidianamente emplean las categorías y los términos más viles para referirse a los guerrilleros. Por supuesto, esto no se ve reflejado ni en acuerdos comerciales ventajosos para el país o fortalecimiento de su política exterior. Por el contrario, su conducta fue siempre la de un pequeño burgués de provincia que sale a conocer el mundo y ha sido el principal inspirador de memes en redes sociales.
Duque demostró desde su campaña su gusto por la farándula, así que mientras algunos vieron la pandemia como un motivo contundente para corregir el sistema de salud, el presidente consideró más importante presentar un programa de televisión y producir una serie de piezas de propaganda que, juntas, sólo a 10 de diciembre de 2020, sumaban 6.382 millones de pesos (más de U$ 1,7 millones).
A la mesa ducal están invitados todos los amigos. Francisco Barbosa, un abogado que llega a fiscal general de la Nación por el mérito de ser compinche del presidente, contrató por $128 millones (casi U$350,000) a un estratega político para promover su imagen. Esto, en un país donde el salario mínimo es de $908.526 (U$245) y donde la Fiscalía brilla por su corrupción. Sería extensa la relación de cada uno de los jugosos contratos y cargos públicos que ha repartido Duque entre la cúpula uribista, incluso si sólo nos limitamos a lo que reporta la prensa. La característica general de estas acciones es la falta de capacidad y experiencia de los beneficiarios, combinada con sumas exageradas. El caso más reciente que ha indigano a los colombianos es el de la tuitera Natalia Bedoya que recibe cada mes $20.233.000 (casi U$5,500) del Estado, es decir, de nuestros bolsillos, básicamente por coordinar reuniones. Muchos trabajadores contratistas del estado, de mayor formación académica que Bedoya, obligados por ley a someterse a toda clase de controles (que supuestamente combaten la corrupción), así como a entregar extensos y complejos informes, y que desempeñan labores más relevantes por sumas bastante menores, expresaron su descontento.
Por encima de todo esto están los más ricos que al Gobierno desde que les ponga todo a su favor a cambio de nada. Debajo, millones de trabajadores del sector que enfrentan el desempleo, otros más que sufren el que los huevos no estén tan baratos como los del ministro Carrasquilla, miles de pequeñoburgueses que ven ante sí la amenaza de su proletarización y, sobre todo, una mayoría jóvenes sin la posibilidad de tener un futuro mejor que sus padres. Cuando esta masa expresó su descontento contra Duque el 21 de noviembre de 2019, el jefe de estado y su camarilla desdeñaron sus quejas. Cuando dijeron que no querían ser víctimas de la violencia policial como el compañero Javier Ordoñez, las autoridades dispararon contra los trabajadores. Con la reforma tributaria, Duque, Uribe y Carrasquilla, se burlan del hambre y desesperación de los obreros, y entre una carcajada y otra, piden más: la intención de exprimir a los trabajadores con impuestos para sustentar la vida ociosa de unos pocos es más que miserable.
¿CÓMO ENFRENTAR ESTA SITUACIÓN?
Desde que se cumplieron los primeros cien días de Duque en el poder, era claro que su derrocamiento era necesario. El devenir de los hechos sigue mostrando lo correcto de esta idea que, en más de un sentido, comparten muchos trabajadores y estudiantes, o por lo menos eso es lo que se percibe de las las jornadas del 28 de abril, y todo indica que hoy jueves insistirán en ello.
Desde la semana anterior se percibía el temor de la burguesía: la Revista Semana, ahora propiedad de los banqueros Gilinsky, y el periódico El Tiempo, propiedad del también banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, publicaron sendas entrevistas con el presidente defendiendo la reforma tributaria. Este último medio recibió declaraciones de Uribe sobre su supuesta alternativa a la reforma. Por supuesto, cuando los errores de su elegido resultan impopulares, el expresidente aparenta amigables distancias. El recurso más torpe y desesperado se dio al atardecer del 27: el Tribunal Administrativo de Cundinamarca ordenó suspender las marchas. No sólo el fallo fue desoído por los trabajadores sino que, además, una compañeras reportó errores en él, como incluir entre los funcionarios a los que ordena elaborar un protocolo de medidas urgentes al difunto Carlos Holmes Trujillo G.
Los trabajadores no deberíamos dar nuestro brazo a torcer. Mantener las manifestaciones de descontento se hace necesario en estos momentos en los que claramente hay un avance. Detenerse, sería abrir la puerta a un contraataque que sabemos que sólo puede ser sangriento. Hasta ahora, la respuesta represiva del gobierno ha sido intensa en todos los frentes pero, a la vez, torpe y desorientada. Cada uno de sus excesos sólo estimula la indignación de las masas. Sin embargo, ponen todas sus apuestas en la violencia: hoy tenemos el segundo gasto militar más alto de la región y, por lo que vemos en nuestros barrios, no se usa contra la delincuencia.
Poco efecto hace que los medios burgueses repitan hasta la saciedad la palabra vándalos. Hasta ahora, parece que han “vandalizado” los fortificados e inexpugnables estudios del canal RCN, vehículos de policía y sedes bancarias, básicamente. Nada de importancia, sobre todo ante una ola de masacres y asesinatos selectivos tan dolorosa como insoportable. Por otra parte, que los indígenas misak hayan derribado la estatua del conquistador español Sebastián de Belalcázar (1480-1551) ha despertado, sobre todo, simpatías. En términos estéticos, como mencionaba alguno en redes, sólo sirivió para ser objeto de la sátira de Carlos Mayolo y Luis Ospina en su Oiga vea (1971).
Hemos reiterado que el gran problema es la ausencia de una dirección efectiva. Es claro el apoyo de Gustavo Petro y el Pacto Histórico a las movilizaciones pero sus metas están puestas en la lucha electoral. Aunque la indignación de los manifestantes es una, la movilización se ha dado entre una compleja diversidad de grupos que no parecen encontrar un proyecto común. Sin embargo, la búsqueda está. Hay consciencia de la necesidad de un cambio y de construir unidad para ello. En mayor o menor grado los trabajadores entienden que el Pacto Histórico es un soporte coyuntural que no está lo suficientemente sólido.
Hoy, aunque con pocos medios, pudimos ver interés en la clase obrera por nuestras ideas. Paulatinamente nuestros círculos de lectura comienzan a crecer. En contravía a los repetidos prejuicios pequeñoburgueses con respecto a la pasividad e ignorancia de las masas, nos encontramos con sed de aprendizaje. Por ello, insistimos en nuestra invitación a que se pongan en contacto con nosotros y se sumen a nuestras actividades; a la vez, les instamos a que al final de cada una de estas jornadas de lucha, encontremos un momento para discutir el resultado de las acciones del día y la situación general del movimiento. Este es un gran momento, para formarse: cuando la práctica diaria pone a prueba la teoría. En este sentido, proponemos nuestro programa para que sea tenido en cuenta en sus discusiones.
Les invitamos, finalmente, a que nos compartan a nuestro correo electrónico colombiamarxista@gmail.com sus reflexiones sobre el momento que estamos viviendo y, esperamos sea el caso, su interés por unirse a nuestra organización y a la lucha por el socialismo internacional. Vivimos momentos aprendizaje, sólo unidos como clase, mantendremos la fuerza para llegar a la victoria.