Argentina: Un balance necesario ¿Qué hacer?

El período que se ha abierto en el país en 2024 luego del triunfo de Milei y la presentación de su plan de ajuste en la forma del DNU y la ley ómnibus, será de enormes convulsiones sociales.

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Como lo anunció sistemáticamente durante su campaña, su programa es la motosierra. Más allá de sus teorías anarcocapitalistas –que sectores de la mediana y la gran burguesía no apoyan ni apoyarán, porque finalmente van a perjudicarles frente a otros sectores y frente a los capitales imperialistas– su premisa no es más que bajar el déficit fiscal, es decir, una política macrista más agresiva y violenta, tratando de traspasar los límites que el gobierno de Macri no pudo, en lo que a ajuste se refiere: achicamiento del Estado. El cierre de al menos 9 de 18 ministerios, y por ende, la reducción de la plantilla del Estado; reducción de presupuesto, expulsión de los ingresados a planta del Estado en 2023 a través de la no renovación de contratos con menos de un año de vigencia –en total, unos 5000 despidos según el gobierno, y 7000 según la ATE–; venta de todas las empresas estatales –“ineficientes”, en palabras del ministro Caputo–, y en el corto plazo, como Aerolíneas Argentinas, YPF, Enarsa y el conglomerado de medios públicos, etc. Finalmente, su objetivo es bajar en 5 puntos porcentuales del PBI el déficit público en 2024, de los cuales el 57% van a gasto social y demás presupuestos.

Lo que, si debemos destacar que el Gobierno de Milei/Caputo/Macri cuenta con el apoyo de la AEA, la UIA y la Sociedad Rural, o sea de lo más rancio de la burguesía argentina y por supuesto del imperialismo.

Milei ha anunciado que el costo social va ser tremendo: aumentará la pobreza y la indigencia como consecuencia inmediata del ajuste, lo que podría traducirse, según sus propias palabras, en dos años de sacrificio – ¿sacrificio para quién? para las masas laburantes, no para la casta, – y de ocho a diez meses de enfrentamientos callejeros. Por su parte, Caputo reconoció las medidas del gobierno como de shock fiscal, y que serán en lo inmediato, duras para las masas trabajadoras.

Estas medidas están preparando un escenario social explosivo. Lógicamente, el gobierno buscará el desgaste de las luchas, y de seguro contará con la colaboración con un sector importante de los jefes sindicales de la CGT. No obstante, en lo inmediato mantienen la convocatoria a un paro de 12 horas para el 24 de enero, a pesar de que la justicia ha fallado a favor del amparo que introdujeron contra la reforma laboral contemplada en el DNU. Tenemos que interpretar varios aspectos de la nueva situación política social.

Las condiciones materiales que permitieron la victoria de la ultraderecha reaccionaria

Aunque Javier Milei llegó al gobierno con una muy importante base de apoyo -incluyendo una votación considerable entre sectores trabajadores y jóvenes-, más de una vez hemos explicado que esta adhesión no fue un giro a la derecha por parte de las masas trabajadoras ni tampoco por parte del sector de ellas que le votó. Más bien, dicho voto expresó el hartazgo de más de una década de sufrimientos y marginación de una enorme porción de los sectores populares. Las últimas encuestas (https://www.pagina12.com.ar/699983-la-luna-de-miel-de-javier-milei-duro-muy-poco), que muestran un rápido deterioro de la base de apoyo de Milei, son una demostración de este análisis: aunque durante la primera quincena de diciembre diez encuestadoras, estimaron que el apoyo al gobierno se mantenía favorables. Luego diez de las encuestadoras más publicadas del país señalan un claro deterioro del apoyo popular al gobierno luego de la publicación del DNU: el sector de la clase trabajadora que acompaño a Milei con el voto quería un cambio favorable a sus condiciones de vida, y no más ajuste del que habían vivido bajo Macri y bajo Fernández/Massa, y que los había llevado a una situación de empobrecimiento sin precedentes.

El 51% de la economía informal que se alcanzó en 2023, ha sido el producto de más de una década de crisis económica y social. A partir de la recuperación por los precios internacionales de las commodities en 2003, las reformas sociales que promovió el kichnerismo ayudaron a reducir los niveles de economía informal, pero de forma insostenible en el tiempo, en tanto limitadas al marco de la propiedad privada capitalista y, por ende, a la persecución de beneficio económico por parte de la patronal. Cuando el auge de los precios alcanzó su límite en 2010, la reducción de la economía informal comenzó a revertirse: el incremento de los trabajadores informales tiene una relación directa con los procesos de precarización laboral y expulsión del trabajo formal, agudizados por la crisis. Ante ésta, la burguesía en la actualidad, necesita reducir la porción obrera del reparto de la riqueza a fin de proteger su tasa de beneficio. Una forma de hacerlo es despidiendo trabajadores para reducir el empleo formal. Por otro lado, el quiebre y cierre de las empresas que no logran salir a flote en medio de la crisis, también empuja a sectores obreros hacia la informalidad, luego de perder sus puestos de trabajo.

Todo esto ha venido sumando capa tras capa a un masivo ejército de hombres y mujeres que son arrojados cada año a la informalidad con todo lo que supone: trabajo en negro, sin paritarias, cargas laborales de diez y hasta doce horas diarias, salarios de hambre, trabajo a destajo, etc., con el agravante de que aquellos que han buscado trabajo en la última semana son, sólo por eso, considerados por el Estado dentro del porcentaje de ocupados.

En diciembre de 2017, el intento del gobierno macrista de votar en la cámara de diputados la contrarreforma laboral, fue detenido en las calles por la lucha de las previsionales. Pero esto significó en los hechos, que la contrarreforma fuera aplicándose paulatinamente. Los datos del gobierno de los Fernández hablan de una desocupación de un dígito; en realidad, se trata de empleos de baja calidad y salarios de hambre. Hemos señalado más de una vez que tenemos en el panorama laboral trabajadores/ras que tienen hasta tres empleos para llegar a fin de mes: al cierre del primer trimestre de 2023, un 8,6% de las y los trabajadores formales, o aproximadamente 1,14 millones, tenía más de un empleo, cifra que se proyecta siempre al crecimiento durante el resto del año, y alcanzaría más del 10%. Si se considera en este fenómeno a las y los trabajadores informales con más de un empleo, posiblemente se alcance a 2 millones de personas.

El día a día de las y los laburantes ha estado marcado cada vez más a lo largo de la última década por el hambre y la degradación humana; por condiciones de vida que no sólo se reflejan en las fotos de los cordones o bolsones de villas miserias en los centros urbanos de mayor peso en el país, sino también en las provincias: graves problemas de infraestructura en las barriadas populares, sin pavimento o de extremo deterioro, sin cloacas, saneamiento básico que incluye el abastecimiento de agua para consumo, la carencia de tratamiento adecuado de las aguas residuales y excretas, y de los residuos sólidos, todas éstas, cuestiones que hacen a una vida digna. Más de 500 mil familias, que habitan en estas barriadas populares, no acceden regularmente a al menos dos de los servicies básicos. Y en general, el déficit de viviendas alcanzó a 4 millones de familias en la segunda mitad de 2023.

Estos sufrimientos han provocado el cansancio de millones de mujeres y hombres de a pie que los padecen, a lo que se añade el mal funcionamiento del transporte público en manos privadas, viajando como ganado por horas a fin de poder llegar hasta sus puestos de trabajo, para, finalmente, tener que soportar largas y extenuantes jornadas de explotación, día tras día, tras días, tras día.

Este combo era algo impensado hace 50 años atrás, cuando las condiciones laborales eran conquistadas por una generación con el debate y la lucha; cuando la participación en el ingreso per cápita era del 50% para los obreros y del 50% para las patronales; y cuando la politización implicaba la discusión programática sobre la transformación de la sociedad por parte de millones de trabajadores/ras y su vanguardia, de los cuales, una parte importante, consideraba al Socialismo como el horizonte a conquistar.

Todo lo anterior, es la base material del odio que se ha acumulado lentamente desde hace más de 10 años, y que se expresó en el apoyo a Milei en el ballotaje.

Este breve relato que parece obvio, vale recordarlo para entender cuál es la base del voto del falso libertario, y cuál es la base material que ha preparado la actual situación política, y de los combates sociales y políticos que vendrán en el nuevo período que se ha abierto en la lucha de clases. En tal sentido resulta importante recordar que Marx señalaba que En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”

A ello podemos agregarle el carácter eminentemente material y práctico de la enajenación, que Marx describe en la explotación y el deterioro de la vida misma.

No se trata en este breve texto hacer un análisis minucioso de las citas de Marx, más si es intención de este escrito recordar que no es la conciencia de la mujer y del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En última instancia es la vida material la que determina la conciencia.

A la luz de estas ideas, entonces, fue así como la candidatura Milei/Villarruel y su discurso demagógico conectaron con el odio instalado, el cansancio y el hartazgo de millones de obreros y obreras.

El papel del kichnerismo: la política de conciliación de clases allanó el camino a la ultraderecha

Por otra parte, analizando ahora el plano político, el ballotage de 2023 significó la caída catastrófica de la política reformista, de la conciliación de clases. Una vez más, ha demostrado, en última instancia, su inviabilidad histórica.

Los kirchneristas mostraron, con su política económica, no sólo la claudicación ante la burguesía, sino que su relativa independencia tuvo directa relación con los años de monedero abultado, producto del crecimiento económico que vio su fin en la crisis internacional de las subprime. Durante la época de auge de las commodities, pudieron, gracias a ello, financiar las concesiones materiales otorgadas a las masas trabajadoras: los subsidios, incrementos de salarios y pensiones, inversiones en educación, salud, y obras públicas, sin tocar de raíz la propiedad privada capitalista y el poder económico de los capitalistas, y sólo imponiendo controles limitados sobre el mercado y la tasa de ganancia de los empresarios. En la época de caída de los precios de las commodities, administraron la crisis imponiendo más y más ajustes sobre las mesas obreras, para sostener al régimen capitalista que nunca se plantearon destruir de raíz.

Los reformistas han mostrado una, dos, diez y veinte veces, su política de impotencia ante las cadenas monopólicas de comercialización y distribución de los alimentos de la canasta familiar. No hubo “precio cuidado” o plan de controlar los precios de los alimentos que no fracasara. Lo que no se tiene no puede ser controlado.

La cobardía de los Fernández ante el caso Vicentín fue uno de los últimos golpes a la base Kirchnerista que ya venía descreída de su dirección. La desaparición literal de CFK y el camino legal que se eligió ante el intento de magnicidio, a contravía de propiciar la movilización popular, fue poco a poco, entre otros factores, minando la base militante de los reformistas.

La plena conciencia de la dirección Kirchnerista sobre no mantener o potenciar una política que pudiera lesionar el delicado equilibrio inestable de la gobernabilidad, fue lo que dirigió de manera consciente, a sectores de la base del kirchnerismo, hacia la desmoralización y desmovilización.

En relación a la deuda externa rezaba CFK: “somos pagadores seriales”; fue precisamente esta política la que preparó el camino para que primero Guzmán, después Batakis –fugazmente-, y finalmente -y de manera más violenta-, Massa, llevaran adelante las negociaciones con el FMI.

La deuda sideral pública y privada representa un peso asfixiante ante la economía de cualquier país, y esta es la realidad que Massa habría enfrentado si hubiera salido electo, la misma sobre la que ahora Milei/Villarruel/Caputo quiere aplicar su sanguinario DNU.

Sin embargo, también es verdad que esta interpretación no se agota acá, es decir, en las condiciones materiales que permitieron la victoria de Milei. Es necesario también, analizar este fenómeno en su aspecto político.

Como señalamos en los últimos materiales publicados de cara al proceso electoral, en el espacio de LLA arribaron lo más rancio de sectores ligados a la última dictadura militar. Sectores que han instalado en una parte de la sociedad la “teoría de los dos demonios”, que “fue una guerra y que hubo excesos”, y que se debe reivindicar a los asesinados en manos de la subversión.

No podemos negar que el papel que han jugado medios escritos, radiales y televisivos de la oposición reaccionaria que machacaron durante años, las 24 horas al día, que los Derechos Humanos “fueron un curro” para el gobierno y los propios organismos de DDHH.

La represión y el genocidio son algo profundamente sentido y simbólico para una sociedad que se vio sacudida durante 7 años por una de las dictaduras cívico militares más feroces de la historia de Argentina y de todo el continente. Un régimen que desapareció a una generación de militantes que ponían en debate la construcción del Socialismo. Entonces, que se haya instalado en parte de la opinión pública la negación de aquella barbarie, no es sino una tragedia histórica. Pero una tragedia para la que el reformismo, al igual que lo hizo en el terreno económico, preparó el escenario por años.

Debemos por lo tanto señalar la política de los reformistas, que fueron los que cooptaron al movimiento de los DDHH al Estado capitalista, hasta el absurdo de ver con dolor a organismos como Madres de Plaza de Mayo tomado por uno de los Schoklender, vaciando a Madres de Plaza de Mayo, al expulsar a las organizaciones populares que las rodeaban, que, de una u otra manera, jugaban un papel controlador ante los arribistas y sus negocios. No se trata con este señalamiento de juzgar a las Madres. Las mismas dieron lo que pudieron, habiendo surgido de una de las peores tragedias históricas de la Argentina de las últimas décadas. Pero como pasa en todos los planos de la vida, lo que no avanza, retrocede: Esa es la naturaleza dialéctica de la vida y de la historia.

El DNU, la ley ómnibus y el debilitamiento del Estado: quieren… ¿pero podrán?

Apenas días después del ballotage, se conoció de los primeros telegramas de despido en las empresas privadas que trabajan para el Estado en la ejecución de la obra pública. La decisión de Milei ha sido dejarlas en manos del mercado, argumentando que, si no hay privados interesados en una licitación, ello significa que son obras que no tienen sentido desde el punto de vista económico. La otra opción propuesta por Milei, es que las intendencias paguen las obras. ¿Cómo y con qué dinero? La única opción es que las intendencias apliquen recortes a su vez, privaticen activos locales, o saquen el dinero de los impuestos municipales. En cualquier caso, quienes pagarán serán las y los trabajadores.

Esta política puede llevar a un quiebre de la infraestructura que los capitalistas reclamaban hasta hoy del Estado, de su Estado, aquel que debe brindarles rutas, accesos, puertos, etc. También es el caso de muchas empresas privadas que viven de los subsidios del Estado capitalista. Esto puede llevar a una situación de mayor concentración de capital entre algunos sectores de la burguesía, a la vez que a la bancarrota de otros sectores más débiles y atrasados. Habrá que ver las ramas que están en juego, pero, en definitiva, en el caso de persistir con este planteo, veremos rápidamente una resistencia de grupos empresariales ante el programa del mileismo/macrismo. Una expresión de las presiones de distintos sectores de la burguesía sobre el gobierno, ha sido el loteo de ministerios durante el mes de diciembre.

Dejando de un lado por un momento su papel represivo en el análisis, el Estado ha sido el órgano político que ha permitido a los capitalistas imponer materialmente el mercado sobre todo un territorio y así dar origen a las naciones modernas. Por eso, en el manifiesto comunista Marx y Engels lo definieron como la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa. En efecto, es a través del Estado que se llevó adelante el desarrollo conjunto de los medios de transporte terrestres, marítimos y aéreos, esenciales para la existencia de un mercado nacional. En ése sentido, la burguesía no pudo ni podría existir sin tal desarrollo.

Con el surgimiento del capital industrial monopólico y de los capitales financieros a partir de 1870, el papel del Estado como órgano para el empuje y desarrollo del poderío económico de los capitalistas, tanto dentro de los territorios nacionales como más allá de ellos –colonialismo–, no mermó, más bien se intensificó –tal y como lo demostró Lenin en su teoría sobre el imperialismo moderno. ¿Qué potente nación imperialista se desarrolló al margen de un Estado poderoso? Ninguna. Milei le ofrece al país, y a la burguesía en particular, la idea de una “Argentina potencia”, sobre la base de reconfigurar o desmantelar parcialmente, al órgano político que le da sustento material al intercambio comercial entre las distintas facciones del capital argentino y entre éstas y los capitales extranjeros. Orientándose a una mayor reprimarización de la estructura productiva en beneficio del agro negocio, la minería, petróleo y gas no convencional y la especulación financiera.

El capitalismo necesita vivir atado al Estado. Por ello es más que probable que en la parte del recorte y las restricciones, donde haya consenso entre los partidos capitalistas es en aquello que los capitalistas consideran un gasto: la inversión social. Pero, aplicarlos en aquello que sostiene, al menos en parte, la producción bajo propiedad de los capitalistas, significará un enfrentamiento abierto entre el gobierno y sectores de la burguesía.

A final, lo único que logrará es debilitar a la ya de por sí atrasada burguesía argentina en sus negocios con los capitales imperialistas –es decir, agravar la explotación de la clase trabajadora, el territorio y la naturaleza del país por los capitales imperialistas-, y también, provocar la intolerancia de los empresarios ante un demente que intenta romper la lógica histórica del capitalismo y llevarlo a una situación inédita. Para usar palabras de Marx: Milei intenta llevar hacia atrás la rueda histórica del capitalismo. Cuando el presidente plantea construir una Argentina potencia, lo que realmente quiere decir es volver a la “gran argentina” del siglo XIX. Una Argentina a imagen y semejanza de la oligarquía agro exportadora y las necesidades del imperialismo.

DNU y ley ómnibus: la respuesta de los trabajadores y el papel de la burocracia sindical

Al comienzo del escrito señalamos que nos encontramos ante una nueva etapa del capitalismo en crisis en Argentina, una etapa que va a llevar a situaciones de enfrentamiento callejero, y en la cual no puede descartarse un futuro estallido social o insurrección de las masas trabajadoras.

Las primeras marchas convocadas por la izquierda en el 22 aniversario del Argentinazo, las organizaciones populares y los sindicatos, y los numerosos cacerolazos espontáneos de diciembre, son una muestra de lo que viene. El freno a la obra pública, junto con las privatizaciones y el recorte de las jubilaciones, los aumentos de precios, la suba del transporte, el alquiler y los servicios públicos son los elementos de mayor rechazo popular que se escuchan en la calle.

La idea de Milei es ir a una economía a la chilena. Es decir, imponer una reforma que haga más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, en la lógica de la estructuración del movimiento obrero en su organización de primer, segundo y tercer grado, siendo su premisa romper la organización sindical madre.

Ante los embates del programa mileista/macrista expresado en el DNU y más recientemente en la ley ómnibus, la clase obrera ha comenzado ya a estirar sus músculos en la escuela de la lucha de clases. Será una experiencia más o menos rápida ante las medidas que el flamante gobierno quiere implementar. Aquellos votantes de la clase obrera que se sacaron de encima al peronismo por las políticas que llevaron durante los últimos años de negación de las conquistas pasadas, están obligados a sacar las conclusiones correctas para enfrentar a la reacción, llevando a delante la superación del reformismo en términos revolucionarios hacia un Poder Obrero.

Es verdad que debemos denunciar no sólo las privatizaciones sino también la desocupación y la represión en puertas. Pero también vamos a comenzar a ver el verdadero rostro de los jefes traidores de la CGT. Es probable que jueguen alguna carta, ya que lo que está en juego son sus privilegios, el manejo de las OOSS, sus empresas, etc.

Por ahora, la convocatoria a un paro de 12 horas para el 24 de enero, no es sino una muestra tímida de la dirección de la CGT, si bien es un paso adelante. Las dos CTA y otros gremios se han venido sumando luego de la convocatoria al paro. La CGT pulsea para ver hasta dónde puede negociar sus propios privilegios, pero también las conquistas obreras de mayor peso atacadas por el DNU, a fin de poder conservar a su base de apoyo y su propia autoridad dentro del movimiento obrero. En realidad, éstos harán todo lo posible para lograr un acuerdo sin tener que despertar al gigante dormido que es la clase obrera en su conjunto. Se movilizarán en las calles y presionarán al gobierno hasta donde sea necesario, al mismo tiempo que tratarán de frenar el movimiento real de lucha hasta donde puedan, a fin de que no se les vaya de las manos.

Una masiva movilización insurreccional de las y los trabajadores podría poner en jaque no sólo al gobierno sino a todo el régimen democrático burgués, incluyendo a la institucionalidad de UxP dentro y fuera del Estado, y hasta a la propia dirección cegetista. Una vez que la clase obrera se ponga de pie en las calles, empoderada y dueña de la situación, no será inmediato –aunque tampoco imposible- para la CGT y los partidos tradicionales, conjurarla para devolverla al carril democrático.

El día miércoles 3 de enero, la Cámara del Trabajo falló a favor de la CGT otorgando la medida cautelar solicitada por la organización sindical. Esto, al menos en términos jurídicos, es un escollo temporal para el Gobierno frente a la contrareforma laboral propuesta en el DNU, pero la guerra de clases apenas comienza. Lógicamente, en la medida en que se intensifiquen las luchas, habrá una gran presión por parte de las bases de la CGT sobre su dirección. Hasta ahora, luego del fallo, se mantiene el llamado a huelga para el 24 de enero.

No obstante, en los últimos días, Milei ha planteado públicamente que no se niega a una posible conversación con la CGT, y Manuel Adorni, el vocero presidencial, señaló antes del fallo que los canales de comunicación estaban abiertos. Por su parte, Carlos Acuña, triunviro de la CGT, le respondió aclarando que no ha habido comunicación de ningún tipo con el gobierno, pero añadió que, si los hubiesen llamado al diálogo, nunca se habrían negado a dialogar con el gobierno. Estas últimas palabras de Acuña muestran claramente, si bien entre líneas, los límites insalvables de la dirección de la CGT en términos de avanzar a través de la lucha de clases.

Por ello, es fundamental avanzar más allá del freno que imponen las direcciones sindicales, planteando la necesidad de un Congreso Obrero, la construcción democrática de un plan general de lucha, y la preparatoria de una huelga general. La CGT luchará en la medida en la que exista una presión desde las bases obreras y sus privilegios estén amenazados. Los trabajadores y trabajadoras solo podemos confiar en nuestras propias fuerzas, métodos y organización para detener la ofensiva de los capitalistas, y no en los Jefes Sindicales. Por esto asambleas, comités y coordinadoras son instancias indispensables para organizar la lucha de la clase trabajadora en los sindicatos, las fábricas, los lugares de trabajo y los barrios.

Poco después de la victoria de Milei, un puñado de sindicalistas afines a Bullrich declararon su apoyo al nuevo gobierno, como una suerte de punta de lanza a fin romper la CGT en un sentido de ganar más adhesiones a Milei y su programa. Pero, hasta ahora parece ser un hecho absolutamente marginal, en relación a los acontecimientos posteriores.

Las amenazas de represión

Fundamentalmente, el cuidado que debemos tener es ante la política represiva de Milei/Macri. Es verdad que la situación política es muy cambiante, o por lo menos parece darse de esta manera en esta primera instancia.

Desde antes de las elecciones se supo de una serie de amenazas contra el activismo de derechos humanos, o contra aquellos elementos de vanguardia que se encuentran muy expuestos en la lucha de clases, por parte de sectores reaccionarios y pro fascistas de la base de apoyo de Milei, pero también por parte de cuadros medios e incluso diputados, como el caso de Jose Luis Espert, quién ha amenazado públicamente a dirigentes piqueteros, diputados de UxP y del FIT-U.

Apenas días después del ballotage, Milei y Villarruel señalaron que “dentro de la ley todo fuera de la ley nada”, es decir, que el garrote y el plomo van a estar a la orden del día. Luego, Milei expuso claramente que el error de la dictadura fue no legalizar la represión al estilo pinochetista.

Por lo tanto, aunque veamos tal vez a gran parte de la burguesía o del empresariado intentan contener o suavizar las políticas de Milei, debemos entender que estamos en presencia de un loco que tiene la lapicera y la motosierra en mano, y que dentro de La Libertad Avanza existe una corriente política de la que forman parte elementos indiscutiblemente pro fascistas.

El protocolo de Bullrich, dado a conocer a mediados de diciembre, es una señal inequívoca del camino que desea andar el gobierno en términos de contención de las protestas mediante el uso de la fuerza. No obstante, hasta ahora a pesar de un despliegue represivo fenomenal no ha servido para frenar el movimiento en las calles contra el DNU y la ley ómnibus.

La reivindicación de las FFAA como institución necesaria para la defensa de la soberanía y su postergación durante los últimos 40 años en manos de los gobiernos radicales y peronistas, supone en el gobierno de Milei/Villarruel la creación de una fuerza militar más moderna, aumentando el presupuesto militar hasta llegar al 2% del PIB. No en vano caló su discurso en este sector, hasta llegar a obtener el 90% de votantes en las Fuerzas de Seguridad y en las FFAA –más del doble que en el resto de los otros gremios en el país–.

A este respecto, llama la atención la designación de Alberto Presti al frente del ejército, hijo de un conocido represor que no pagó por sus crímenes, y el pase a retiro de 23 altos oficiales. Estos 23 oficiales, a decir de Raúl Kollman, columnista de página12 (https://www.pagina12.com.ar/700572-la-purga-libertaria-en-las-fuerzas-armadas), tenían, a pesar de sus tradiciones reaccionarias y gorilas, vínculos importantes con el gobierno Fernández, y han sido pasados a retiro a fin de que el ejecutivo pueda tener un mayor control sobre las FFAA. Asimismo, quienes han pasado a asumir hoy la conducción de los componentes de las FFAA, tienen lazos históricos con Washington, lo que va en consonancia con orientación servil con el imperialismo norteamericano, que Milei claramente busca dar a su gobierno.

De cara a la perspectiva de la represión para derrotar la lucha obrera contra el DNU y la ley ómnibus, las y los marxistas debemos mantener un sentido de la proporción. No podemos caer en el tremendismo o impresionismo, como tampoco en el aventurerismo. Tenemos que leer el carácter de la época, el signo de la época. Caracterizamos el actual período histórico como de revoluciones, contrarrevoluciones y guerras. Sabemos que la derecha se envalentonó en el país, como en otros lugares del mundo. Sin embargo, aún no cuentan con un apoyo de masas.

Debemos confiar en la clase obrera, debemos ser generosos con las ideas, sin sectarismos, ir con una actitud propositiva ante quienes quieran escuchar el programa socialista revolucionario. Sin minimizar las grandes tareas que tenemos los marxistas por delante: la lucha contra un gobierno reaccionario de ultra derecha que se plantea uno de los peores ajustes capitalistas de la historia.

Se viene un período de intensas luchas. Debemos prepararnos sobre la base de la teoría marxista y la organización revolucionaria. Construir con audacia y paciencia en medio de la tormenta.

No obstante, los trabajadores no han tomado la palabra aún. Apenas hemos visto una pincelada de lo que está por venir. El despliegue de las fuerzas obreras, populares y de la izquierda antes, durante, y después del paro del 24 de enero, será otra muestra de los acontecimientos que vienen. En sus luchas las masas aprenden. Las elecciones son una foto del momento político, pero la lucha de clases viva no termina con las elecciones y esto se parece más a una película que expresa toda una época.

Las masas eligieron una opción que conectó con su odio sin detenerse en ver si era una de derechas o una más progresiva. En realidad, la opción que se mostraba progresiva es la que ejecutó los planes de ajuste durante estos años. Sólo un segmento, combinando a la vez cierta conciencia del significado de un gobierno Milei y el miedo a la reacción, optó por Massa, pero esto no alcanzó. El instinto de la clase se impuso en distintas formas. Esto, como es entendible, tiene consecuencias en ambos sentidos.

Al no sentir satisfacción de las demandas postergadas por el lado del nuevo gobierno, es probable que puedan darle algo de tiempo, pero luego esto se traducirá en que sus luchas sean dirigidas contra el gobierno reaccionario de ultraderechas del mileismo/macrismo, poniendo al rojo la situación política –las últimas encuestas sobre la popularidad del gobierno y el apoyo al DNU, son una muestra del rápido cambio que están sufriendo la correlación de fuerzas que dio origen al gobierno en un principio–.

La lucha de clases ha entrado en una fase de agudización. Los sindicatos probablemente entren en una secuencia de sacudidas como los primeros temblores antes de una hecatombe mayor.

La tarea de las y los marxistas revolucionarios, de las y los comunistas, es luchar por la independencia de la clase. Es muy probable que estemos con vientos que ayuden a madurar estas ideas, no sólo por la experiencia con los dirigentes kirchneristas en el plano político y sindical, también por su imagen deteriorada y de quedar enredados con la política de conciliación de clases. Además, tenemos otra ventaja, y es que los dirigentes del kirchnerismo prefieren salvar la gobernabilidad y las instituciones, antes de abrir una brecha a través de la cual puedan expresarse los explotados y se produzca una situación que pueda salirse de madres.

Debemos también estar atentos de cara a puebladas o irrupciones repentinas de los de abajo por fuera de los aparatos sindicales. En esto juegan un papel central las auto convocatorias que puedan ir surgiendo.

Tarde o temprano tendremos una situación extraordinaria para la lucha de clases y debemos ser cuidadosos. Debemos parar la pelota y explicar pacientemente hacia dónde va la misma. Debemos debatir las cuestiones más básicas de seguridad, no sólo para que no padezcamos la represión, sino también de forma educativa. No se trata de tener una posición aventurera e irresponsable, que exceda nuestras posibilidades de convocatoria o de señalamiento de lo que la clase obrera debe hacer en tanto voz de orden sin conectar con la misma. Sí debemos, empero, señalar las tareas del movimiento obrero y su vanguardia. Una capa importante de militantes y activistas tiene el registro en su psicología de la última dictadura, de la experiencia del ‘89 y de los ’90, y del 2001, y algo se aprendió. Sabemos que no estamos ante una situación exactamente similar a las anteriores, por el contrario, es una situación si se quiere inédita.

La transición de un gobierno a otro nos lleva a comprender que se llevaron adelante una serie de medidas para facilitar el ingreso del nuevo gobierno. El desarme paulatino de las Leliqs, junto a una fuerte devaluación del dólar e incremento de la inflación, son algunos de los casos que estamos viendo. Como también el ajuste aplicado por el gobierno de Massa y los Fernández, junto a los gobiernos provinciales hasta diciembre de 2023.

Tenemos a dónde volver. A la clase obrera, al movimiento de masas, a las juntas internas y los cuerpos de delegados, a las Asambleas Populares. A la democracia directa y a la asamblea, generando espacios de debate y de deliberación y de acción en la medida que la situación lo permita.

Por último, debemos plantear una posición sin sectarismos, de frente único con el conjunto de la izquierda, con debate leal, con principios, pero poniendo el frente único por delante en tanto movilización, así como con la vanguardia del movimiento obrero y los elementos más lúcidos del campo popular. Podemos golpear juntos sin mezclar nuestras banderas y programa, dando una lucha política por la independencia de clase.

Es fundamental orientar nuestro trabajo político a la juventud. Hay una masa muy grande de jóvenes que siguieron a Milei con su voto. Pero esto no va a durar por siempre.

Hay otros segmentos de jóvenes que no se sintieron contenidos políticamente por el FIT-U. Estas elecciones generaron una crisis dentro de las filas de la izquierda. No solo por la posición de las direcciones ante el balotaje, mostrando una gama de ambigüedades y certezas que en definitiva jugaron al seguidismo a Massa, sin mostrar un polo unitario de lucha ante los dos candidatos, un polo unitario para preparar la etapa futura para derrocar al capitalismo.

Un polo que se plantee la construcción de una organización revolucionaria de la clase obrera; que proponga el desarrollo de debates democráticos en cada centro de trabajo, barrio y universidad para la construcción de un plan de lucha con perspectivas de poder obrero. Un polo que proponga una batalla política más allá de los límites del parlamentarismo, que han vuelto a quedar en evidencia con la reciente conformación arbitraria de las comisiones en la cámara para debatir la ley ómnibus.

Tarde o temprano, como a la noche más obscura sigue la aurora, el mal tiempo cederá a tiempos revolucionarios. Sabemos que hay resistencia de la clase en un contexto de confusión. Tenemos que echar luz, luz y más luz ante la confusión y necesidad de ideas.

Ni reír ni llorar, sino comprender.