Editorial de Lucha de Clases nº 81 – La nueva reforma laboral acordada entre el gobierno, los sindicatos mayoritarios y la patronal, da una buena medida del carácter del llamado “diálogo social” emprendido por el gobierno PSOE-Unidas Podemos.
Una burla a la clase trabajadora
Como explicamos en nuestro artículo de análisis de la nueva reforma laboral, ésta mantiene lo esencial de la reforma del PP de 2012 y representa, por tanto, una burla y una estafa a las promesas y compromisos adquiridos por PSOE y Unidas Podemos en sus programas electorales y de gobierno, así como por UGT y CCOO en sus proclamas sindicales.
Lo cierto es que la burguesía española no puede creer su suerte. Había un parlamento dominado por la izquierda con mayoría absoluta, y centrales sindicales poderosas que representaban a millones de trabajadores. La mayoría de la población votó en las elecciones de 2019 derogar la infame reforma laboral del PP. Todo esto fue dejado de lado, y en negociaciones ocultas al pueblo, una minoría de la sociedad, de ricachones no elegidos por nadie, pudo imponer su voluntad riéndose de la mayoría.
Finalmente, toda la puesta en escena de la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, presentándose como la garante de la derogación de la reforma del PP frente a la representante del Ibex35 en el gobierno, Nadia Calviño, y de unos sindicatos que se atrevieron a amenazar al gobierno con movilizaciones si no se acometían profundas modificaciones a la reforma laboral, resultó un escandaloso “bluff”.
La lógica procapitalista del “reformismo”
Vuelve a quedar claro que, en los asuntos centrales para la burguesía, no importan los programas de gobierno ni las mayorías parlamentarias que lo sustenten. La clase dominante tiene mecanismos para imponer sus intereses en base a las dos premisas que caracterizan a las direcciones reformistas en la izquierda y los sindicatos: la aceptación del capitalismo y de los beneficios empresariales como único marco posible, y total desconfianza en la clase obrera y en su capacidad para transformar la sociedad. Consecuentemente, los reformistas asumen que los grandes empresarios deben llevar las riendas en la sociedad y que la clase obrera debe ser el burro de carga que pague todas las consecuencias de las lacras del sistema.
En conclusión, el reformismo se caracteriza por una actitud política, y hasta psicológica, de servilismo y cobardía hacia el enemigo de clase que anula cualquier voluntad independiente, por su pánico a un enfrentamiento frontal con el enemigo de clase que dan por perdido de antemano.
Es por ello, que no puede ser más ridículo el argumento –manoseado hasta el hartazgo por los dirigentes de Unidas Podemos– de que no pueden hacer más porque sólo tienen 35 diputados. Se supone, entonces, que si tuvieran mayoría absoluta de 176 diputados lo cambiarían todo de arriba hasta abajo. Pero este es un argumento falaz que se utiliza para arrojar arena a los ojos de las familias trabajadoras. La verdad es que si aceptas la lógica del sistema capitalista, finalmente cederás en todo lo fundamental que exija la clase dominante, no importa la mayoría que tengas.
Digamos al pasar que, a diferencia de otras medidas timoratas aprobadas por el gobierno PSOE-UP, esta vez los dirigentes de UP lejos de quejarse del limitado alcance de esta reforma por su falta de fuerza en el Congreso, lo han celebrado por todo lo alto ¡como el mayor avance laboral en 40 años! En el colmo del ridículo, el exdirigente de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, afirmó: “El acuerdo para la reforma laboral ha alejado a la CEOE del bloque reaccionario” (cordopolis.eldiario.es, 01/01/2022). La triste realidad es que ha sido la CEOE quien ha acercado a UP hacia las posiciones de la patronal.
Pese a todo, no ponemos un signo igual entre el carácter del reformismo de los dirigentes de UP y los del PSOE. Seguramente, la dirección de UP cree sinceramente en la honestidad de su reformismo, aunque les lleve a un callejón sin salida. En el caso de los dirigentes socialistas, son firmes baluartes del capitalismo español y nunca se comprometieron sinceramente con la derogación de la reforma laboral. Por eso avisamos en su momento de la trampa en que se metía UP al implicarse en un gobierno con el PSOE. Advertimos que el PSOE de Sánchez aguaría las promesas de gobierno, ya bastante moderadas de inicio, y que arrastraría a UP a la derecha, sacrificando su programa e independencia política.
Y esto tendrá continuidad. Tras la reforma laboral, la segunda ley más odiada del PP por la izquierda es la Ley Mordaza, que aguarda su “reforma”. Ya se han filtrado informaciones que apuntan a una tomadura de pelo similar. No se proponen derogar esta ley represiva ni los delitos introducidos, la mayoría se mantendrán; y sólo se reducirán el monto de las multas y sanciones.
Unidas Podemos prepara un giro más a la derecha
Pero ¿acaso no estaremos exagerando el carácter de la política de la dirección de UP, o siendo demasiado duros?
En realidad, se está preparando un giro a la derecha mayor de UP, bajo la batuta de Yolanda Díaz. En varias entrevistas ha vuelto a desenterrar el viejo discurso pequeñoburgués, interclasista y posmodernista del errejonismo, el antiguo ala derecha de Podemos, afirmando: “Yo no quiero estar a la izquierda del PSOE… Eso es algo como muy pequeño y muy marginal. Yo creo que las políticas que despliego son transversales… Fíjese en la extrema izquierda, no la quiero, nunca he trabajado así, con fetichismos ideológicos, y no lo voy a hacer” (Radiocable, 2 diciembre 2021). Está claro. Por “transversales” se entiende contentar a todo el mundo, ricos y pobres, explotadores y explotados, y nada de ideologías izquierdistas comprometidas con la clase obrera, sino con “toda” la sociedad. En esta entrevista, la sanidad no es para Díaz “ni de izquierdas ni de derechas, sino de la ciudadanía española”. Es decir, ser de izquierdas no comporta para Díaz un programa ni unos valores políticos ni de compromiso social. Esto no es más que una desvergonzada demagogia electorera.
En otra entrevista al medio británico politico.eu, Díaz era más explícita sobre sus posiciones ideológicas. El periodista afirma: “[Díaz] Es miembro del Partido Comunista de España, pero solo, dice, en homenaje a su padre, un líder sindical que fue encarcelado durante la dictadura de Franco”. Y ella añade: “No tengo partido, no soy militante, pero vengo de esa cultura de gente que trajo la democracia a este país... Soy una mujer progresista y creo que mis políticas son socialdemócratas.” (político.eu, 23 diciembre 2021). Ahí está. El conejo salió de la chistera.
Al final, las diferencias políticas e ideológicas entre PSOE y UP van estrechándose cada vez más hasta hacerse indistinguibles.
El destino de UP era previsible. Si de lo que se trataba era de ocupar cargos públicos y de gobierno bajo cualquier circunstancia, como insistía persistentemente Pablo Iglesias, eso ha terminado generando su propia dinámica, convirtiendo el medio en un fin, con el desarrollo de intereses materiales para el arribismo y el carrerismo.
Por esa razón está siendo Díaz tan mimada por un sector del Régimen. Pero este giro a la derecha no se reduce solo a UP, vemos el mismo curso en ERC e incluso EH Bildu. Con la excusa de frenar a Vox, los reformistas de izquierda (UP, EH Bildu, hasta cierto punto ERC) se agarran a los faldones de los reformistas de derecha (PSOE), quienes a su vez están firmemente soldados a la clase dominante. De esta manera, el espantajo de Vox sirve útilmente a la burguesía para disciplinar y moderar a los que hasta hace sólo 4 años aparecían como unos apestados “anti-sistema”.
Realmente, el sector decisivo de la burguesía española lo último que desea es entregar el gobierno a una derecha que incluya a los lunáticos de Vox. Sabe que eso prepararía una explosión social difícil de controlar. Por ahora, sus intereses están mejor resguardados con los dirigentes reformistas de la izquierda y sindicales al timón, mientras mantengan a las masas trabajadoras bajo control, sobre todo a la capa más conservadora que no ve alternativa a la situación y que aún mantiene expectativas en el gobierno.
Inevitabilidad de las luchas
Pero la situación está lejos de ser estable. La inflación disparada, la precariedad laboral persistente de amplias capas y el alejamiento temporal de la crisis han creado condiciones para una ofensiva de la clase, que no está dispuesta a seguir sobreexplotada como en años anteriores, y cuyos primeros chispazos vimos en Cádiz a fines de noviembre. Por muchos pactos sociales que se comprometan sus dirigentes, el empuje provocará inevitablemente fisuras en los viejos aparatos sindicales.
Pese al pesimismo paralizante de las direcciones oficiales de la izquierda y los sindicatos, hay ebullición abajo. Lo que se necesita es orientar a la capa avanzada de trabajadores y jóvenes que está despertando y creciendo, hacia una perspectiva anticapitalista y socialista ante los inevitables estallidos sociales que se preparan.