Extradición de Assange: El gobierno británico hace de perro faldero del imperialismo estadounidense

El gobierno conservador de Gran bretaña ha demostrado una vez más su servilismo a los intereses del imperialismo estadounidense, aprobando la extradición del denunciante de WikiLeaks, Julian Assange. Sólo la lucha de clases masas puede defender nuestros derechos y libertades.

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A principios de este mes, el 17 de junio, la ministra de Interior tory Priti Patel dio luz verde a la extradición a EEUU de Julian Assange, periodista y fundador de WikiLeaks.

Esto se produce después de que el Tribunal Superior fallara el año pasado a favor del Estado estadounidense para su procesamiento por una serie de cargos, entre ellos el de espionaje.

Es muy probable que Assange apele esta sentencia con la esperanza de evitar la ira del imperialismo estadounidense, que le ha perseguido sin descanso durante años.

La aprobación de la extradición de Patel va en contra de una sentencia anterior, que sugería que Assange debía permanecer en el Reino Unido debido a su deteriorado estado mental y al riesgo de que se suicidara en una prisión estadounidense.

Está claro que el Estado británico no tiene en cuenta el bienestar de Assange, que pasó siete años en la embajada de Ecuador y que ahora languidece en la prisión de Belmarsh, el "Guantánamo británico".

En un acto de brutal humillación, Assange fue desnudado, cacheado y arrojado a una celda vacía "para su propia protección" el día de este anuncio.

Assange se enfrentará a 175 años de prisión en Estados Unidos si es declarado culpable de sus "crímenes", que en realidad no son más que la exposición de los crímenes del imperialismo.

Culpable de exponer la verdad

Assange tiene razón al sospechar que no se enfrentará a un juicio justo e independiente en Estados Unidos, cuyos servicios de seguridad ya planearon su secuestro y asesinato. Si es extraditado, la clase dominante hará de él un ejemplo, para mostrar lo que les espera a quienes se atreven a desafiar al imperialismo estadounidense.

Con el pretexto de luchar por la "libertad" y la "democracia", y de descubrir "armas de destrucción masiva", Estados Unidos lideró una coalición de fuerzas para invadir Irak y Afganistán, lo que condujo a un conflicto catastrófico de 20 años.

Como demostraron los numerosos vídeos, fotografías y documentos filtrados por Assange y WikiLeaks, Estados Unidos y sus aliados cometieron numerosos crímenes de guerra durante su invasión y ocupación.

Los arquitectos de esta barbarie -George W. Bush y "Sir" Tony Blair- llevan una vida cómoda. Sin embargo, los heroicos individuos que sacaron a la luz sus crímenes están condenados a enfrentarse a la venganza del Estado estadounidense.

No hay justicia bajo el capitalismo

La clase dominante no puede permitir que la "libertad de expresión" amenace su autoridad o socave sus intereses. No dudarán en revocar los derechos conquistados con tanto esfuerzo por la clase trabajadora. Y, cuando lo consideren necesario, echarán por la borda incluso los derechos democráticos más elementales.

Los tories, por ejemplo, se están preparando para sustituir la Ley de Derechos Humanos por su propia "carta de derechos", con el fin de facilitar sus planificadas deportaciones racistas a Ruanda (parte de una reaccionaria agenda de "guerra cultural"), y permitirles reprimir una creciente ola de huelgas en Gran Bretaña.

Aunque los liberales y los reformistas lamentan este intento de eludir el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en realidad la legalidad burguesa formal ofrece una escasa protección de las libertades básicas de los trabajadores, ya sea en Bruselas o en Londres.

Del mismo modo, en opinión de los imperialistas "democráticos", Assange debe ser castigado por llamar la atención sobre sus atroces crímenes - la libertad de expresión está condenada.

La única respuesta a estos ataques antidemocráticos es la lucha de clases desde abajo.

Albanese da marcha atrás

Assange no puede esperar ninguna ayuda del gobierno de su país. La administración laborista recién elegida en Australia, dirigida por el primer ministro Anthony Albanese, declaró anteriormente que trabajaría para ayudar a Assange. Sin embargo, ahora que está en el gobierno, Albanese está vacilando respecto a este compromiso.

Esto no debería sorprender, ya que Australia es un aliado crucial para el imperialismo occidental en la región del Pacífico. Acuerdos como el de AUKUS (firmado el año pasado) demuestran cómo el capitalismo australiano está atado de pies y manos a Washington.

Con la crisis mundial del capitalismo a punto de golpear a Australia a lo grande, Albanese es cauteloso a la hora de sacudir demasiado el bote, no vaya a ser que ponga en peligro el trato preferencial del que goza su país por parte de sus benefactores imperialistas. Por ello, Assange se ha quedado varado.

El capitalismo a juicio

No se puede confiar en que la clase dominante promueva o defienda el derecho a la libertad de expresión.

En este periodo de crisis capitalista, todas las conquistas democráticas básicas del pasado -incluyendo la libertad de prensa, el aborto y el derecho al voto- serán pisoteadas para debilitar el movimiento obrero, azuzar la reacción, dividir a la población y preservar los beneficios y el poder de los capitalistas.

Todo trabajador con conciencia de clase y demócrata consecuente debería solidarizarse con Assange, que se enfrenta a la persecución por el único "delito" de decir la verdad.

Además, estos ataques a Assange no son más que un anticipo de lo que la clase dominante estará dispuesta a hacer contra los movimientos de trabajadores y jóvenes en un futuro no muy lejano.

Aunque aplaudimos las acciones de los denunciantes individuales que exponen el carácter podrido del imperialismo, sólo la lucha de masas de la clase obrera puede poner fin al sistema responsable de los crímenes y horrores atroces detallados por WikiLeaks.

Decimos:

¡Libertad para Julian Assange!

¡Defendamos la libertad de expresión!

¡Abajo el imperialismo! ¡Abajo el capitalismo!

 

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