Que Luis Arce era el favorito en las elecciones bolivianas del 18 de octubre pasado nunca fue un misterio. Pero ni las oposiciones, ni la comunidad internacional ni el propio MAS esperaban una victoria de Arce con más votos que Evo, del cual fue ministro de economía.
La hipótesis más acreditada era de una disputa voto a voto para determinar la necesidad o no de una segunda vuelta. Por esto mismo y para evitar de generar ilusiones en cualquiera de los frentes políticos, las misiones de observadores internacionales, en particular de MERCOSUR y NNUU, sugirieron al Tribunal Supremo Electoral no publicar los datos del sistema rápido de transmisión de actas. Se querían evitar los posibles enfrentamientos temidos por una parte de la población, particularmente en ciudades como La Paz donde largas filas en surtidores de gasolina habían caracterizado la víspera del voto.
Hemos conocido los resultados del conteo rápido en boca de urna recién a la medianoche, del domingo, después que el vocero de la campaña del MAS, Sebastian Michel, interviniera para pedir públicamente la difusión de la victoria de Arce. Esto porque en redes sociales ya circulaban llamados a movilizarse contra un posible fraude. Sin embargo, como ha sido aclarado sucesivamente, la decisión de no anticipar el resultado oficial del voto había sido consensuada por las misiones de observadores internacionales con el propio Arce y con Mesa. Es de destacar que incluso en esta aparición frente a los medios, a media hora de conocerse las dimensiones del triunfo de Arce, Michel hablaba del mismo 45% que el MAS había manejado a lo largo de los últimos meses de campaña.
Pero, según los datos del conteo rápido en boca de urna el binomio del MAS compuesto por Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, la más destacada figura del ala indigenista del partido, ha ganado con un porcentaje de entre el 52 y el 53 por ciento de los sufragios. Una victoria incontestable que ha sido reconocida por todos los adversarios del MAS en estas elecciones, por el gobierno transitorio, las misiones de observadores internacionales y la diplomacia mundial, incluso el Departamento de Estado de los EEUU.
Un reconocimiento tan amplio del triunfo de Arce resta posibilidades a las movilizaciones que se insinúan en Santa Cruz, Cochabamba y Sucre. Estas protestas no podrán replicar lo sucedido hace un año. Pero dicen claramente que para un sector de la oposición, la ultraderecha de Camacho particularmente en Santa Cruz, la crisis política no ha terminado. Parece volver a ver escenas que nos remontan a los primeros años de Evo contra la “Media Luna”, es decir el bloque de departamentos del oriente gobernados por una burguesía reaccionaria, dispuesta a destruir el país para mantener el poder. Es una advertencia del clima social en que Arce gobernará.
Una victoria incontestable
La distancia que separa Arce de su escolta, el ex presidente Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana, es de aproximadamente 20 puntos porcentuales. El tercer partido, Creemos, del ex líder cruceño Camacho obtiene mayoría absoluta en Santa Cruz, pero se queda con un 14 por ciento a nivel nacional. Arce conquista los departamentos de La Paz, Oruro y Cochabamba con un 65% de los votos. Gana también en Chuquisaca, con el 49%, en Potosí con un 57% y en Pando con un 47%. Mesa gana en Beni y Tarija mientras Camacho arrasa en Santa Cruz.
En Bolivia, el Senado es una cámara de representación regional cuya elección es muy antidemocrática. Cada uno de los nueve departamentos, independientemente de su población, elige 4 de los 36 diputados en proporción de los votos a los candidatos a la presidencia. El escenario que se va configurando es el de un empate o una estrecha mayoría del MAS en el Senado, donde las oposiciones de Mesa y Camacho tendrían posiblemente un poder de veto para todas aquellas cuestiones que requieren una mayoría de dos tercios, que van desde el nombramiento de altos cargos del Estado (procurador, fiscal, defensor del pueblo, magistrados etc.) a la aprobación de ciertas leyes, la censura o la confianza a un ministro interpelado etc. Incluso un juicio a Añez, que gran parte del electorado justamente espera, requiere una mayoría de ⅔.
En 2007/2008, en la misma situación, Evo tuvo que apelar a la clase trabajadora del campo y la ciudad para superar los obstáculos parlamentarios. Arce tendría toda la posibilidad de apoyarse en las movilizaciones de masas que en estos meses han resistido y combatido al gobierno de Añez. Sin embargo, la perspectiva que ha planteado al partido y al país es la de “un gobierno de unidad nacional”. Esto tendrá muchas consecuencias en la relación entre el MAS, la clase trabajadora, los sindicatos y en general en el desarrollo de la lucha de clases en el país.
El desastre de la “transición”
No cabe duda que la dramática situación dejada por el gobierno de transición de Añez ha sido determinante para que un sector del electorado que en pasado votaba por el MAS y en 2019 apoyó a Mesa, volviera sobre sus pasos. Nuestro país ha vivido crisis que siguen siendo casos de estudio para los economistas del mundo, como la hiperinflación de mediados de los años ‘80 del siglo pasado. Sin embargo, cualquier periodo oscuro de nuestra historia palidece frente a la catastrófica situación en la que estamos inmersos.
En pocos meses se han perdido más de cien mil empleos y los índices de pobreza han crecido a un ritmo vertiginoso. El desplome de la economía nacional que se pronosticaba en un -7% para 2020, ya es del -11%. Según las estadísticas oficiales somos el tercer país en el mundo en decesos por COVID19 por cada cien mil habitantes con un total de 8.500 muertos, que equivale a 75 por cien mil habitantes. Sin embargo, el Servicio de Registro Civil ha informado que tan solo entre abril y junio han fallecido treinta mil personas más que en el mismo periodo de 2019. Esto es cuatro veces más las muertes oficialmente atribuidas a la pandemia.
Los golpistas han expuesto a los ojos de miles de trabajadores de nuestro país que la democracia burguesa no es para ellos. Mientras los hogares de la clase trabajadora buscábamos cómo aplazar el pago de alquileres insostenibles sin ingresos, Añez defendía el derecho de propietarios a recibir la renta o desalojar; mientras fabriles y mineros peleamos por defender nuestras fuentes de empleo, Añez disponía el pago de bonos irrisorios y de una sola vez, financiados endeudando el país con el FMI; mientras salubristas peleaban por ítems y equipamiento de seguridad, dando la vida en la lucha a la pandemia, Añez y su gobierno trataban de distraer la atención atacando las pasadas gestiones del MAS y robando sobre la compra de insumos urgentes para la salud.
El fracaso de Mesa y el fenómeno Camacho
La comprensión de este cambio en las prioridades del sector del electorado que se ha revelado decisivo ahora como hace un año, estaba fuera del alcance de los empresarios Mesa y Camacho. Más bien el ascenso del líder cívico cruceño ha hecho que toda la campaña de Mesa se concentrara sobre el llamado al “voto útil” contra el MAS, es decir mirando a derecha y desvelando el engaño representado por la transición propuesta por el candidato de Comunidad Ciudadana. Así ha perdido votos tanto hacia Camacho, como y sobre todo hacia Arce.
La victoria amplia de Arce disculpa a Camacho por haber dispersado el voto opositor. Sin embargo, lo que realmente interesaba a Camacho era concentrar el voto cruceño, y lo logró. Camacho expresa el revanchismo de una burguesía agroindustrial profundamente reaccionaria y colonial, poco acostumbrada a la mediación política y más al comando gamonal, que detenta el poder económico en el país sin encontrar el camino al poder político. Los ataques de Camacho a los dirigentes de gremios empresariales que se adaptaron al gobierno de Evo así como su idea de exportar el modelo cruceño tal como es, liberalismo económico y oscurantismo religioso, nacen en este explosivo caldo de cultivo.
Que un personaje así logre un apoyo abrumador solo puede significar que esta burguesía cruceña logra ejercer una hegemonía contaminando de regionalismo los problemas sociales de un departamento con la mayor concentración de trabajadoras y trabajadores del país. Arce y el MAS podrían dividir este apoyo regional a Camacho en líneas de clase, pero solo apoyándose en la lucha de la clase trabajadora contra la oligarquía cruceña. Sin embargo, en el pasado y en su idea de futuro no hay nada de esto.
El año pasado Mesa agrupó a su alrededor gran parte del descontento hacia Evo y el MAS. Incluso muchos de sus candidatos o dirigentes de su frente, habían sido autoridades del partido del MAS, así como el propio Mesa, ex vocero de Bolivia para la causa marítima. No es exagerado decir que Comunidad Ciudadana podría considerarse una escisión de derecha del MAS. La causa formal de esta agrupación era impedir que Evo, contra los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, pudiera reelegirse indefinidamente.
Mesa se proponía como el continuador de lo bueno del “proceso de cambio” sin sus degeneraciones autoritarias y burocráticas. Su lema “ni privatizaciones ni nuevas nacionalizaciones” es una forma, burguesa, de expresar el propósito de “reconducción” del proceso, en palabras de muchos de los que dejaron al MAS. Se trata evidentemente de una “reconducción a derecha”, como decíamos el año pasado, pero entonces esto era menos visible a los ojos del electorado. Mesa se ha seguido presentando como el principal contrincante del MAS cuando las masas buscaban una herramienta de lucha contra Añez y la corrupción, la represión y la ineptitud de su gobierno.
De nuevo sobre la caída de Evo
Arce mismo ha hablado de “reconducción de nuestro proceso aprendiendo de nuestros errores”. Choquehuanca, de manera aún más clara, ha reconocido que el exceso de poder e injerencias del viejo gabinete de Evo ha corrompido el proceso y ha declarado que ninguno de los colaboradores del ex presidente volverá al poder. En el mismo tono se han expresado gran parte de la dirigencia masista y sindical. El propio Evo que había anunciado su retorno al día siguiente del triunfo electoral, se mantiene en la Argentina y plantea, como Arce, un llamado a "todos los partidos, empresarios, trabajadores, obreros a hacer un gran encuentro, un pacto de reconciliación". Es la expresión del balance que el MAS ha hecho de la caída de Evo. Balance muy próximo, incluso en el lenguaje, a las críticas de Mesa y con el cual no coincidimos.
Desde la izquierda del partido, el ex ministro Hugo Moldiz, exponente del movimiento guevarista boliviano, ha publicado un libro con un título y un subtítulo muy claros: Golpe de Estado en Bolivia, la soledad de Evo Morales. En este, Moldiz, con el testimonio del sociólogo argentino Atilio Borón que estuvo en La Paz en los días siguientes a la renuncia de Evo, se plantea el problema del porque no hubo movilización en defensa del gobierno del MAS e incluso las que hubo no reivindicaban el retorno de Evo.
La articulada respuesta que da Moldiz puede resumirse así: al haber reemplazado la perspectiva de la transformación social con el horizonte del “capitalismo andino amazónico”, es decir un capitalismo con bases nacionales, el MAS se ha desideologizado demostrando incapacidad incluso en reconocer el enemigo que avanzaba. En semejante lectura hay elementos de verdad y muchas omisiones. Moldiz, coherente con su visión, concibe la sociedad como el campo de batalla en el cual las masas son el césped.
Aún sin una conciencia clara “de lo que querían, ni mucho menos…. una adhesión consciente a un proyecto alternativo al capitalismo”, como con mucha superficialidad escribe, las masas han resistido la perspectiva del “capitalismo andino amazónico” en luchas vivas por tierras, derechos laborales, nacionalización de empresas, etc. Todas estas luchas Moldiz las pone indistintamente en el saco de la “desestabilización”, como hacían en el gobierno, con el resultado que la casera del mercado potosino que ocupaba las minas explotadas por una multinacional resulta ser un agente encubierto de la CIA. Este análisis falso explica porque la izquierda del MAS está relegada a un papel siempre más marginal.
También García Linera ha vuelto sobre la caída de Evo para repetir su análisis basado en “la clase media”. Para él, la erosión del voto al MAS se debe a haber mantenido un discurso vinculado a las exigencias materiales y políticas de los de “muy abajo”, sin capacidad de integrar en este discurso a la clase media. Son bonitos argumentos para el vacío, y de hecho la clase media es este “gran vacío” que los reformistas pueden llenar como quieren.
Lo explicaremos con un ejemplo sencillo. En Bolivia tenemos un sistema tributario, herencia neoliberal que el MAS no reformó, que es el sueño de la derecha en todo el mundo: una “tasa plana” del 25% sobre las utilidades de las empresas, sean REPSOL o la tienda de juguetes. Es contrario a cualquier principio de progresividad, es decir que quien tiene más pague más. Tan solo aumentando de unos puntos este impuesto a las 100 empresas, extractivas y financieras, que representan el 60% de los ingresos fiscales del país, se podría reducir el IVA que recae sobre todos indistintamente, permitiendo al de “muy abajo” comprar más y a la tienda de juguete tener mejor vida.
Al no hacerlo, el de la juguetería verá solo al que no paga impuestos, llámese cocalero o trabajador informal. Esto es lo que ha ocurrido, sigue ocurriendo y que García Linera no entiende. Nada de lo que se diga de la clase media o de cómo “integrarla” a un proyecto de transformación social tiene sentido si no se arranca de un postulado fundamental: la clase media no existe como sujeto político independiente. O sigue a REPSOL, contra la clase trabajadora o sigue a la clase trabajadora contra los intereses de REPSOL. García Linera quería que sigan a Evo camino a REPSOL: esto es lo que llevó a la derrota del MAS.
La reconducción de Arce
El asunto en nuestro criterio es mucho más claro. La clase trabajadora de campo y ciudad llevó al MAS al poder considerándolo como herramienta en la lucha contra la burguesía y su poder, que además en nuestro país tiene una estructura racial y racista. La bonanza económica, producto de políticas activas del Estado en un contexto internacional favorable, permitió al MAS consolidarse en el poder como herramienta de la colaboración de clases, que acaba siempre siendo colaboración de la clase trabajadora con sus verdugos. Con el fin de este ciclo, la clase trabajadora no encontró en este partido verticalmente ligado a su líder carismático, ni siquiera un canal de expresión del disenso. Mesa, ayudado por el propio MAS, se aferró a esto para esconder todo lo anterior y se vino lo que vino.
Como siempre, los discursos de García Linera son grandes montañas de las que nacen pequeños ratones. Pero es más fácil traducirlos políticamente que los abstrusos enredos sobre la consciencia de gente como Moldiz. De hecho todo este análisis de García Linera traza una línea política clara: moderación programática y colaboración de clases. Es lo que Arce y Choquehuanca proponen a Bolivia y a un MAS renovado, sacrificando a Evo, cuyo papel futuro queda en entredicho.
Arce ya ha anunciado que su primer acto será disponer el pago de un bono de mil bolivianos y fomentar el mercado interno. Lo hará, como tal vez hará algo contra la oleada de despidos que siguen en el país, tal vez en la misma línea de la ley que la bancada masista aprobó hace unos meses, es decir una suspensión temporal de los despidos, una especie de tregua. Pero con la misma claridad ha anunciado que nos esperan, por lo menos, un par de años de sacrificios. En el mismo primer discurso que mencionamos ha tendido la mano a los empresarios, les ha pedido a ellos, más que a Mesa o Camacho, ser parte de un gobierno de unidad nacional.
No es necesario ahora ningún análisis detallado del programa de Arce para entender las contradicciones a las que se enfrentará su gobierno. Es suficiente reportar lo que él dice. Arce se ha presentado al electorado con este mensaje, más o menos textual, “con las nacionalizaciones yo los saqué de las crisis de 2008 y 2015”. No fueron verdaderas nacionalizaciones, pero en un contexto favorable, funcionaron. Pero ¿qué propone nacionalizar ahora? Nada. Esta crisis debe ser resuelta de manera diferente, sugiere, y el portavoz del MAS Michel asegura que Arce dará un “cambio al cambio”. Un mensaje así dirigido a los empresarios y no en contra de ellos, significa que la solución a la crisis que Arce tiene en mente no es la que espera la clase trabajadora.
Solo la clase trabajadora puede resolver la crisis
La línea de la colaboración de clases, del gran acuerdo nacional que plantea Arce, es un retroceso incluso respecto a otros que haya trazado Evo, el cual primero agitó la nacionalización del gas y luego la consensuó con las multinacionales para que fuera un buen negocio también para ellas. La misió de Arce en cambio es restablecer la convivencia y recuperar la economía, es decir rescatar al putrefacto capitalismo boliviano. Pero la crisis plantea los problemas de una manera tan urgente que el tiempo que la clase trabajadora se dará para entender cómo Arce piensa conseguir su objetivo y reaccionar en consecuencia será corto.
En los meses pasados, hemos visto crecer y radicalizarse uno de los más importantes movimientos huelguísticos de fabriles de la historia de nuestro país. Si la huelga general decretada en agosto no logró involucrarlo de lleno a la lucha, fue solo porque respondía a una agenda política, la del MAS, que procrastinaba la solución de los problemas y por el desprestigio total de la burocracia sindical masista. La mayoría de la clase trabajadora ha decidido apoyar a Arce, porque pudo medir en carne propia lo que significa un gobierno orgánicamente al servicio de la burguesía. Pero, como en agosto, no se quedará esperando que Arce logre convencer a los empresarios. Y estos últimos no aceptarán que el MAS de nuevo pretenda decirle cómo hacer su trabajo, que es vivir del trabajo ajeno.
Como marxistas hemos contribuido, con todo el pueblo pobre y trabajador, a la derrota de Añez, Mesa y Camacho, y la hemos festejado. Pero, como los trabajadores, no entregamos ningún cheque en blanco a Arce y criticamos abiertamente su perspectiva política de descolorido reformismo. La “reconducción” que este propone no es evidentemente una apertura democrática del MAS, sino una colaboración más explícita e imposible entre los que despiden y los despedidos, defendida como única alternativa para evitar que vuelvan al poder los que despiden.
Esta no es la perspectiva de cualquier trabajador en lucha en estos meses. Es nuestra tarea ayudar a la clase trabajadora a encontrar esta perspectiva propia en el terreno de la lucha por la democracia sindical y por una dirigencia sindical que sea expresión real del movimiento obrero, así como en los planteamientos y las inevitables fricciones y desencuentros que habrá con el gobierno de Arce. El nuevo ciclo que se abre bajo el signo de una crisis profunda tiene pocos puntos a los que desembarcar. La clase trabajadora tratará de resolver la crisis a su manera, irreconciliablemente opuesta a los planteamientos burgueses. Esta es la única opción posible de transformación.