Durante once años, John Howard, el líder del Partido Liberal conservador, había dominado la política de su país, pero fue derrotado en las elecciones de la semana pasada. Fue un final humillante para la carrera de este reaccionario de derechas y títere de George Bush que llevó a Austria a la guerra contra Iraq y se resistió a frenar el calentamiento global.
Fue una derrota aplastante para los partidos Liberal/Nacional que formaban la coalición de derechas. Por primera vez, el laborismo ha arrasado en los gobiernos federal y estatal, una victoria arrolladora para el Partido Laborista y una derrota contundente para John Howard y su coalición.
Después de once años de constante presión sobre la clase obrera, finalmente, el odiado gobierno Howard ha sido derrotado. Para satisfacción de muchos trabajadores y sindicalistas, John Howard perdió su escaño por Bennelong ante un antiguo periodista de televisión, Maxine McKew.
Los australianos celebraron este acontecimiento siguiendo las mejores tradiciones de este país, muchos se despertaron con resaca después de celebrar el primer gobierno laborista en más de una década.
El giro hacia el laborismo fue de casi el 6 por ciento, superando al que consiguió Howard en 1996. El giro hacia el laborismo fue aún mayor en las zonas obreras. Es el mayor giro desde 1975 y representa un rechazo contundente a Howard, su coalición y su política.
Aunque en la campaña electoral surgieron temas como la guerra de Iraq o el cambio climático, la campaña se centró sobre todo en cuestiones internas, los laboristas capitalizaron los votos de furia por las reformas laborales y el aumento de los tipos de interés que han incrementado la presión sobre los propietarios de casas incluso cuando la economía está experimentando un auge.
Durante la campaña electoral, Rudd prometió mejorar los hospitales y la educación, convertir los colegios en aulas "digitales" con un ordenador por estudiante, derogar las controvertidas leyes laborales. Pero con una economía mundial en problemas no será nada fácil cumplir estas promesas.
Como señalaba The Observer (25/11/2007):
"Se espera que Rudd encabece un gobierno que será laborista light, distanciándose de los sindicatos y de los miembros más radicales del partido. Ha avisado de que no cederá a las exigencias de la izquierda más radical o de los sindicatos. Aunque el giro superó el cinco por ciento esperado que le garantizaría un mandato fácil, los militantes laboristas más radicales podrían desafiarle para que sea más progresista.
"Rudd ya ha marginado algunas cuestiones que ocuparon un lugar central en sus once años de oposición laborista. Ha señalado que continuará con la línea dura de Howard en la seguridad de la frontera, que hará regresar a los barcos llenos de gente que busca asilo antes de que puedan entrar en aguas australianas, que detendrá a los refugiados en la Isla de Pascua hasta que no salgan sus juicios.
"Ha rechazado la idea de un referéndum sobre la cuestión de la reconciliación aborigen, ha dicho que no tiene planes de considerar la posibilidad de que Australia se convierta en una república. Esta posición podría provocarle problemas en el futuro, pero por ahora, Australia está presenciando un giro político momentáneo arrollador".
La principal cuestión que dominó la campaña electoral fue la legislación antisindical aprobada por Howard. Durante toda la campaña, el tema central de las elecciones fue la legislación antisindical "Work Choices", que se aprobó con la oposición masiva de los trabajadores y sindicatos.
La nueva ley introducía el concepto de contratos individuales no sujetos a convenios nacionales, etc., También se aprobó, mediante votación secreta obligatoria, una ley que frenaba la organización sindical. Se introducían restricciones a las visitas de los delegados sindicales, predominaban los contratos individuales, los delegados sindicales no podrían hacer nada sin el permiso del empresario, etc.,
Otro cambio clave era la desaparición del concepto de "despido improcedente", reconocido para los trabajadores en empresas con menos de 100 trabajadores. Los empresarios pueden contratar y despedir a su voluntad en las pequeñas empresas.
Todo esto provocó dos grandes movilizaciones de trabajadores, una fue el 15 de noviembre de 2005, que fueron las mayores manifestaciones de trabajadores de la historia de Australia. Aproximadamente 500.000 personas participaron en la movilización nacional, el mitin más grande se celebró en Melbourne, con aproximadamente 200.000 sindicalistas que paralizaron la ciudad. Fue cuando el gobierno Howard presentó estas leyes antisindicales draconianas en el parlamento. Un año después, a finales de noviembre de 2006, hubo otro día de lucha con más de 250.000 personas en las calles contra las nuevas leyes de relaciones industriales.
Ese fue el movimiento que preparó la derrota de Howard. Las movilizaciones fueron enormes y mostraron el profundo sentimiento que existía entre la clase obrera australiana. Fue tan poderoso el movimiento que el entonces dirigente laborista, Kim Beazley, tuvo que anunciar que el PL una vez en el gobierno "derogaría" las leyes. "John Howard quiere que trabajéis más, más duro y por menos", dijo Beazley en su momento. "La única salida para liberarse de estas leyes extremas es echando a John Howard. Esta es la lucha de nuestra vida. En esta cuestión todos debemos estar unidos".
Las encuestas comenzaron a mostrar un gran giro hacia el laborismo que ahora se ha materializado. Los trabajadores han votado laborismo para detener la ofensiva de los empresarios. Es la progresión natural de las luchas sindicales de hace un par de años. La ofensiva empresarial ha hecho que muchos trabajadores dejen de estar protegidos por convenios colectivos, los trabajadores en muchas industrias han perdido los pagos por horas extras, vacaciones, etc., Algunos incluso se han encontrado con el despido y obligados a firmar nuevos contratos con peores condiciones si querían recuperar sus empleos. Para muchos, las elecciones fueron la primera oportunidad de vengarse.
Antes de la campaña el gobierno se gastó millones en anuncios para promocionar su política. Durante la campaña, los partidos de la coalición y las grandes empresas se gastaron decenas de millones de dólares anunciando que las elecciones llevarían a un gobierno laborista controlado por los sindicatos. Presentaron al laborismo como "anti-empresas" y el mensaje era claro: votar laborismo es votar sindicatos, este hecho mostraba los verdaderos temores de los empresarios.
Esta situación añade significado a la victoria laborista. Aunque la dirección del partido tiene la misma filosofía y perspectiva de la dirección blairista del Partido Laborista británico, los empresarios transformaron la campaña electoral en una contienda polarizada de clase. Los empresarios insistieron en la idea de que votar laborismo significaba acabar con la legislación antisindical, pero calcularon mal porque su propaganda chocaba con la realidad de las condiciones de vida de los trabajadores.
El telón de fondo de las elecciones ha sido el boom económico que ha beneficiado a los ricos pero nada a los trabajadores. Durante los últimos años han aumentado mucho los beneficios. Myer, por ejemplo, informó de una subida de beneficios para este año de casi el 150 por ciento.
Y como en otras partes, este boom se ha conseguido a costa de la clase obrera. Se ha basado en parte en exprimir hasta la última gota de sudor del trabajador mediante la intensificación de los ritmos de trabajo y reducción del salario real.
Los salarios reales han caído como consecuencia de estas últimas leyes antisindicales y por el aumento de los costes de la vivienda y gasolina, que han representado para los trabajadores una carga económica. Para otros, durante la primera parte del boom pudieron pedir dinero prestado gracias a que sus casas de repente valían más, pero todo ese dinero había que devolverlo y con interés. Ahora los precios han caído y los tipos de interés han subido, recortando profundamente los niveles de vida. Muchos de los que pidieron prestado se han pillado los dedos con las subidas de tipos.
La Work Choices dominó las elecciones y seguirá dominando la vida política en el futuro inmediato, los trabajadores esperan que el nuevo gobierno laborista derogue esta ley, pero los empresarios se resistirán.
Las grandes empresas se resistieron con uñas y dientes a cualquier intento de mejorar los derechos de los trabajadores, grandes empresas como Telstra rápidamente hicieron que sus trabajadores firmaran contratos individuales no amparados por el convenio colectivo. Algunos grupos patronales incluso defendieron que las empresas despidieran a decenas de miles de trabajadores para imponer este tipo de contratos.
Como explicaba The Australian en un artículo titulado "Carrera empresarial para adelantarse en las nuevas leyes laborales" (29/11/2007):
"Las pequeñas empresas tienen prisa en despedir a los trabajadores antes de que se cambien las nuevas leyes de relaciones industriales, uno de los mayores empresarios del país quiere obligar a sus 15.000 trabajadores a firmar este tipo de contratos por un período de cinco años antes de que se derogue la Work Choices.
"Ayer, Telstra presentó su estrategia pos-electoral para que de manera urgente los miles de trabajadores que forman su plantilla firmen nuevos contratos recogidos por la Australian Workplace Agreements y que no garantizan aumentos salariales.
"Esta ley es la que ofrece el gigante de las telecomunicaciones a los nuevos trabajadores que entren a Telstra antes que se aprueben nuevas leyes.
"Este movimiento también se está realizando en pequeñas empresas que son asesoradas para que aprovechen ‘esta oportunidad (...) antes de que se aprueben nuevas leyes'".
A pesar de que el PL ha prometido derogar esta ley es poco probable que lo haga rápidamente. Como una prueba del tipo de relaciones que se pueden esperar entre el próximo gobierno laborista y los empresarios, Julia Gillard, la nueva viceprimera ministra y ministra de relaciones industriales, ha admitido que los empresarios tendrán libertad para firmar este tipo de contratos durante unos meses, que son los que se tardará en tener preparada otra nueva legislación.
Hay otro problema añadido y es que en el Senado, todavía el gobierno Howard tiene el control, y continuará así hasta julio del año que viene. Así que el Senado puede oponerse a cualquier cambio de ley. Increíblemente, en la propaganda electoral del gobierno de coalición se decía que el laborismo no tiene mandato para reformar la ley laboral.
El presidente del Congreso de Sindicatos Australianos, Sharan Burrow, reaccionó así: "Evidentemente algunos altos ejecutivos y muchos miembros del Partido Laboral aún no han escuchado el mensaje de los votantes, un mensaje que pide al gobierno Howard que abandone las leyes extremas". Y añadió: "Pediremos a la dirección de Telstra que respete los derechos de la plantilla, que les permita negociar un convenio colectivo y reconstruir las relaciones laborales basadas en derechos por los que han votado la aplastante mayoría de los australianos".
Sin embargo, la determinación de los empresarios a detener cualquier cambio y el control del Senado por parte de la derecha no son los únicos obstáculos. Está claro que el próximo primer ministro, Kevin RUdd, no va a regresar al viejo sistema Award que garantizaba los términos y condiciones laborales para sectores enteros de la industria australiana. El sistema Award fue en sus orígenes un incentivo para controlar a los sindicatos, les ofrecieron la zanahoria, el Award, que establecía los términos mínimos para el conjunto de la industria. El desmantelamiento del sistema Award fue a petición de los empresarios y Howard era su sirviente leal, además se mostró muy dispuesto a implantar el nuevo sistema.
Una señal de la posición que defiende el nuevo primer ministro procede desde dentro de su propia familia. No hace mucho que estalló un escándalo donde su multimillonaria esposa, Therese Rein, salió a la luz como una beneficiaria de este nuevo sistema laboral. Esta es una prueba de que si hace cambios sólo serán cosméticos, para lavarse la cara, no serán cambios sustanciales como desean claramente los trabajadores.
En realidad, lo que ha prometido es que los acuerdos firmados antes de que se apruebe la nueva ley estarán en vigencia hasta el año 2010, es decir, durante todo el mandato del nuevo gobierno laborista. No es sorprendente por tanto que Rudd se describa a sí mismo como un "conservador económico".
Explica también el ambiente contradictorio que existe entre muchos trabajadores australianos, sobre todo en una capa de activistas sindicales. Por un lado sienten alivio por el final del Howard, creen que podrán tener algo de respiro con un gobierno laborista, pero si miramos a los anteriores gobiernos laboristas, los que prepararon la victoria de Howard en 1996, podemos ver que eso no ocurrirá. El laborismo en los años noventa se comportó como el gobierno Blair. Por esa razón el período de luna de miel será breve, puede que hagan algunos cambios "progresistas" menores, pero después veremos cómo Rudd pasa de nuevo a la ofensiva contra los trabajadores.
Al principio, Howard se benefició de la desilusión que existía con el anterior gobierno laborista, y con el boom económico que experimenta Australia desde hace más de una década. Finalmente, se pudo ver lo que realmente era, un agente directo de los empresarios y un enemigo de la clase obrera australiana.
La victoria del Partido Laborista en las elecciones generales australianas es una nueva prueba contundente de la ley elaborada por Ted Grant, que la clase obrera siempre tiende a expresarse a través de sus organizaciones de masas tradicionales. Frente a los ataques de los empresarios los trabajadores han recurrido a la única organización que podía derrotar a Howard y, de este modo, después de más de una década en la oposición, el laborismo ha conseguido el giro más grande de la historia australiana: cerca del 6 por ciento, consiguiendo casi el 53 por ciento de los votos.
Por otro lado, la dirección de Rudd no sintoniza la misma melodía que la clase obrera. Rudd piensa como Blair. Acepta la "economía de mercado" como el único sistema posible. Eso significa que tendrá que aceptar la lógica del sistema, así que sufrirá una inmensa presión de los empresarios para que continúe con la misma política que Howard. Los trabajadores australianos no han votado por esa política.
En Australia, las sectas, como ocurre en Gran Bretaña, descartaron al Partido Laborista. Ahora el PL ha conseguido una victoria aplastante sobre los liberales, poniendo fin al largo y reaccionado reinado de Howard. Pero ellas no tienen una verdadera explicación de lo ocurrido, han intentado construir su fantasma de "nuevos partidos obreros" y supuestas alternativas como la Alianza Socialista.
Algunos presentaron candidatos contra el laborismo, como fue el caso de la Alianza Socialista (cuyo principal componente es el DSP), el PS e incluso el Partido por la Igualdad Socialista. Lo más increíble es que ellos pidieron a sus seguidores que su segunda opción en las votaciones ¡deberían ser los Verdes no el laborismo! Se alimentan con su odio por el laborismo y no son capaces de interpretar el verdadero ambiente de la clase obrera australiana. Confunden el pensamiento de una minúsculo capa de activistas como el del conjunto de la clase obrera.
El voto arrollador por el laborismo es una indicación clara del vínculo que existe entre el partido y la clase obrera, lo más increíble es lo que dijo el SP: "En realidad, estas elecciones han representado una victoria de los representantes de un sector de la clase dominante frente a otro". Los genuinos marxistas se restregarán los ojos ante esta declaración, pero es lógica en un grupo que considera que el laborismo ya no es un partido obrero. ¡Alguien se puede imaginar decirle a la clase obrera corriente de Australia que la victoria aplastante del laborismo simplemente es el triunfo de un ala de la clase dominante!
La situación se complemente con el minúsculo voto conseguido por el SP. Presentó un candidato en Melbourne en un distrito donde el PL ha conseguido más de 36.000 votos, el SP consiguió 433 votos, un 0,6 por ciento. La Alianza Socialista corrió la misma suerte. Presentó candidatos al Senado en cinco estados (Queensland, Nuevo Gales del Sur, Victoria, Austria del Sur y Australia Occidental), además de 17 candidatos a parlamentarios. En todos los estados sufrieron un retroceso. En la mayoría de los escaños consiguieron menos del 1 por ciento de los votos, y en uno o dos apenas un poco más del 1 por ciento. El voto total de la Alianza Socialista fue inferior a 9.000 votos, cuando en el pasado han conseguido dos o tres veces esta cifra.
Si es verdad que el laborismo ya no es el "canal" para que la clase obrera se expresa y que es simplemente otro partido burgués, ¿cómo se explica el voto? No sólo es que el laborismo haya conseguido una victoria histórica, sino que estos grupos que están en los márgenes del movimiento han sufrido pérdidas. Es otra confirmación de lo que siempre hemos defendido: cuando las masas se mueven lo hacen a través de sus organizaciones de masas, los resultados de Austria son una indicación clara de esto.
¿Significa esto que los marxistas tienen ilusiones en personas como Rudd? ¡Absolutamente no! Él admite ser un "conservador económico". Eso le sitúa en el mismo campo que Blair y Brown. Se comportará de la misma manera, significa que es cuestión de tiempo que se disipen los votos recibidos, desencantará a sus seguidores de la clase obrera.
El líder laborista Kevin Rudd es, como Tony Blair, un devoto cristiano, y la comparación no acaba ahí. Dijo que había garantizado a George Bush que la alianza militar Australia-EEUU seguirá siendo un eje central de la política exterior del país. Pero parece probable que también ha discutido con Bush su intención de comenzar la retirada gradual de las 550 tropas de combate australianas que ahora están en Iraq.
En las primeras etapas de su gobierno sufrirá la presión para que realice una política "radical". Eso explica por qué después de las elecciones dijo a sus alegres seguidores de que él "escribiría una nueva página en la historia de nuestro país". Afirmó que Australia "avanzaba hacia un plan, se preparaba y abrazaba al futuro". Los planes de Rudd son ratificar el protocolo de Kioto y asistir a la conferencia de la ONU sobre el cambio climático que se celebrará el próximo mes en Bali. Howard se había negado a firmar el acuerdo sobre el control de las emisiones de carbono.
Y declaró: "Seré un primer ministro para todos los australianos, un primer ministro para los australianos indígenas, para los que han nacido aquí y los que han venido de fuero y que han contribuido a esa gran diversidad que es Australia".
También dijo que recuperaría la gran tradición australiana de "llegar lejos" para todos y dijo que quería trabajar con amigos y aliados de todo el mundo, mencionando a EEUU, Asia, el Pacífico, Europa y más allá. Pero uno de los comentaristas señaló: "Rudd es como un cristal y estamos desperdiciando nuestras esperanzas e indas en él porque está vacío, vemos sólo nuestras reflexiones". Hay algo de eso.
Sin embargo aunque Rudd ha prometido traer de regreso a los 550 soldados australianos que están en Iraq en una retirada gradual, su política exterior, que incluye el mantenimiento de tropas en Afganistán, no se espera que cambie fundamentalmente.
La mayoría de los dirigentes sindicales no son mucho mejores. Hace dos años existían las condiciones en Australia para una huelga general. Si los dirigentes sindicales hubieran movilizado en serio podrían haber detenido los ataques de Howard, en su lugar, lo único que dijeron a los trabajadores fue: "esperad a un gobierno laborista". Ahora tenemos un gobierno laborista. Los trabajadores esperan algún cambio serio, pero no llegará.
El deber de los marxistas es decir la verdad a los trabajadores. Eso significa que no debemos crear ilusiones en esta dirección laborista, tampoco adoptar una aproximación sectaria. No contamos historias de hadas a los trabajadores sobre la construcción de nuestros partidos fantasmas al margen del movimiento. Tenemos que combinar la oposición a la agenda de Rudd con una perspectiva de lucha para cambiar los sindicatos australianos y el propio Partido Laborista.
La derrota de Howard aumentará enormemente la confianza de la clase obrera australiana. Para muchos parecía que nunca iba a suceder, pero se ha ido. Ahora esperan a ver qué hace el laborismo.
Esta situación recuerda a Tony Blair. En Gran Bretaña, Blair se benefició de un prolongado boom económico, como le ocurrió a Howard. Pero ese efecto se ha evaporado. Rudd llega al cargo no en las primeras etapas de un boom, sino a su final. Por lo tanto, no tendrá delante una década de auge económico, el proceso se truncará.
Con toda probabilidad Rudd comenzará con algunas reformas (incluida la retirada de las tropas australianas de Iraq) y después pasará a las contrarreformas. Rudd tendrá que resistirse a las presiones de la clase obrera frente a la crisis económica, eso significará que entrará en conflicto con los trabajadores que le acaban de votar.
Cuando se den cuenta de que no va a cambiar nada fundamental, tendrán que iniciar el camino industrial. Como en Gran Bretaña, vemos una creciente radicalización dentro de los sindicatos y un aumento de la militancia. Este hecho provocará oposición dentro del Partido Laborista y los sindicatos, que tienen una tradición importante de militancia. Sobre esa base será posible organizar la lucha para que los sindicatos vuelvan a defender unos verdaderos intereses de clase, y a partir de ahí conseguir que el Partido Laborista regrese a la lucha de clases.
Lo que hace falta es "explicar pacientemente" a los jóvenes y trabajadores avanzados lo que es necesario. ¡No debemos apartarnos de las masas! Deben organizarse como una oposición dentro de los sindicatos y dentro del Partido Laborista. Esta oposición explicaría a los trabajadores las perspectivas, muchos trabajadores darán un margen al nuevo gobierno laborista, pero no prestarán a atención a los grupos que están en los márgenes del movimiento.
El énfasis principal debe ponerse en la lucha por la democratización de los sindicatos y reclamar el laborismo para los trabajadores. En última instancia, la única garantía de que exista una organización sindical y un partido eficaces está en las ideas del verdadero socialismo. Primero los trabajadores deberán pasar por la escuela de contrarreformas de Rudd, después comenzará el proceso de diferenciación.
[NOTA: La mayor parte de la información contenida en este artículo se basa en discusiones con compañeros de Australia que apoyan las ideas y las perspectivas de los marxistas]