Los resultados de las elecciones Legislativas del domingo pasado, mostraron qué lejos se encuentra la resolución de la crisis social, económica y política que sumerge a millones de trabajadores/ras. Una crisis que se expresó en los resultados del 12 de setiembre en las PASO con el desplome del Frente de Todos y que poco se modificó en el domingo pasado. Los resultados no son más que la confirmación del devenir de la crisis que se profundizó con el alevoso endeudamiento en manos del gobierno de Macri, precipitada por el Covid-19 en el marco de la crisis capitalista mundial.
Con un cierto achicamiento del no voto -blanco, nulo, abstención- en general los dos frentes sufrieron una pérdida de votos con relación a las elecciones del 2019. Pero con respecto a las PASO el Frente de Todos (FdT) logró achicar la diferencia, aunque no logró los votos esperados perdiendo en 12 provincias.
Por el lado de Juntos por el Cambio (JxC) no logró superar la votación obtenida en las PASO, y no le alcanzó para una mayoría en ambas cámaras, aunque sí hay que señalar que el Peronismo perdió la mayoría de la Cámara Alta que detentaba desde 1983. JxC quedó a tan solo dos escaños que el FdT en diputados. Todo indica que en términos generales se puede hablar de un empate, obligando a Alberto Fernández y al FdT a negociar en el Congreso con JxC los temas fundamentales que atraviesan al país y al conjunto de los trabajadores y sectores populares.
La “polarización” a derecha e izquierda aún se mantiene en los carriles electorales y no en la lucha de masas, dejando al Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad (FIT-Unidad) como tercera fuerza nacional, con apenas unos miles de votos más en relación a 2013 y 2017; lo más destacado es que consiguió sumar 2 bancas más a las que ya tenía gracias a los cerca de 1,3 millones de votos (5,46%) -según los datos del escrutinio definitivo-. Si comparamos los resultados de las últimas 3 legislativas y sin tener en cuenta en crecimiento del padrón electoral, el FIT en 2013 sacó 1.211.252 votos, un 5,36% obteniendo 3 escaños, sumando los votos del MST que obtuvo 92.080 un 0,41%, da un total de 5,77% haciendo un total de votos de 1.303.332. Mientras que en 2017 los resultados arrojaron para el FIT 1.156160- 4,73% obteniendo 2 escaños, sumando los 26.943 de votos del MST 0,11% nos da un total de 1.183.103- 4,84%. En 2021 los resultados no fue el ostentoso “triunfo histórico”, ya que en este caso el FIT-U sacó un total de 1.270.540 votos (el 5.46 %)
Los resultados de la derecha -Avanza Libertad Javier Milei y José Luis Espert- en general siguen siendo un fenómeno que se localiza en CABA y algunos lugares del conurbano bonaerense. En Provincia de Buenos Aires alcanzaron escaños en la Cámara Baja y, en CABA pasó a ser la 3era fuerza electoral en el distrito (17,03%). Ganando en las comunas más pobres de la ciudad: la 8 -Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo- y la 4 -La Boca, Barracas, Nueva Pompeya y Parque Patricios-.
Milei y Espert recogen el voto de Macri, lo más rancio de Juntos por el Cambio, escuchándolo, es todo un desquiciado, asesoró al ex general Antonio Domingo Bussi durante su paso por el Congreso nacional, represor en Tucumán. De todas formas, tiene un discurso que roza aspectos de populismo de derecha, reivindicándose liberal, repudiando -textualmente- a la casta política, cabalgando sobre el cansancio de sectores de la población con los representantes políticos de los partidos mayoritarios. No toma una sola de las demandas concretas ni da solución a los grandes problemas de los trabajadores. Se apoya en los sectores más atrasados de la clase obrera y de la juventud.
Horacio Larreta junto a Vidal se ubican como un espacio de centro derecha, alejándose de la experiencia reciente del gobierno Macri, Bullrich y Cía.
En conclusión, JxC queda con 10 puntos más a nivel nacional en relación con el FdT. De todas formas, la experiencia demostró que las masas pueden tomar lo que tengan a mano para golpear en este caso al oficialismo por sus políticas económicas, y que tan solo sea esto y no la adhesión a las políticas de JxC. Esto fue muy claro en las legislativas de 2017 cuando se había pintado de amarillo a lo alto y ancho del país y a tan solo 30 días se produjo un punto de inflexión en la situación política por la aprobación de la contrarreforma previsional, en donde las masas protagonizaron enfrentamientos y movilizaciones contra el gobierno de Macri.
La agenda postergada
La realidad no da respiro a las familias golpeadas por el hambre. Mientras los discursos de uno y del otro lado de la grieta se disputan quienes son los ganadores y perdedores de estas elecciones, la miseria generalizada y la inflación siguen su curso, mientras el presupuesto 2022 queda sujeto a la negociación y acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los acreedores privados.
El FdT y el gobierno, por un lado muestran como un “triunfo” el exiguo margen de gobernabilidad que aún tiene el régimen de conjunto (el FdT mantiene la presidencia de la Cámara Baja y en el Senado ninguno de los frentes tiene mayoría absoluta), en este escenario intentan convocar al diálogo a la oposición y de esta manera llegar un acuerdo en la idea -sin explicitarla- de un frente nacional ante la crisis para que todos paguen los costos políticos de acordar con el FMI, que dicho sea de paso es una de las condiciones de la entidad financiera.
La movilización del 17 de noviembre -día de la militancia-, fue aprovechada para dar un espaldarazo a Alberto Fernández y su gestión, como también forjar la idea de unidad del FdT. Fue una movilización acotada a los aparatos y a la militancia, contó con el apoyo de la CGT, movimientos sociales afines al gobierno, CTA de los Trabajadores, como así la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT, la CCC y de la UTEP, Camioneros y los intendentes del conurbano bonaerense. Por su lado, La Cámpora quedó a un costado de la movilización, mostrando un desacuerdo ante los anuncios de la negociación con el FMI en los términos que el Albertismo intenta llevarlo adelante, sumado al anuncio de ir a internas abiertas en el 2023.
En definitiva, los resultados del domingo 14, mostraron la debilidad del régimen y sus partidos en preservar el delicado equilibrio inestable para sostener la gobernabilidad.
La situación se mueve, por un lado, en la inestabilidad del voto de JxC, que tan solo es una expresión de bronca de sectores de trabajadores hacia el FdT y por otro lado, las internas inocultables que se expresan a su interior que dinamita la unidad ante los temas de salario, inflación y acuerdos con el FMI.
Cualquiera de los dos Frentes, se enfrentan a una crisis de dimensiones históricas, que puede devenir en una agudización de la lucha de clases.
La izquierda
El FIT-U se posicionó como tercera fuerza nacional. Con más de 538 mil votos en provincia de Buenos Aires, 138 mil en CABA y casi 100 mil en Jujuy, duplicó sus bancas en la Cámara Baja, quedándose con 4 escaños con el ingreso de Miryan Bregman por CABA como Diputada Nacional y 5 concejales en los municipios de Moreno, José C. Paz, Merlo, La Matanza, Morón, en la provincia de Buenos Aires.
Evidentemente la campaña del FIT-U giró alrededor de la consigna de ser la tercera fuerza nacional, desligándose de una definición programática en términos revolucionarios utilizando el parlamento como una amplificación de estas ideas, lejos de esto, cayó por un tobogán a un cretinismo parlamentario.
De todas formas, el FIT-U queda más expuesto a las presiones de la clase en tanto que su actividad política en parte sigue siendo los frentes de masas; por ello las fuerzas que lo componen podrían relativamente cristalizar en este cretinismo parlamentario.
¡Construir nuestro partido de clase!
¡Poner en pie un gobierno de los trabajadores!
¡Necesitamos una revolución!
La decadencia del régimen político en Argentina no es más que la expresión de la crisis del capitalismo mundial. Aunque exista cierta recuperación, la misma tiene su expresión más débil en la región. Latinoamérica sigue siendo un escenario extremadamente agitado y la Argentina ha entrado a un proceso de convulsiones que poco a poco emergen a la superficie.
Los gobiernos otrora progresistas, que vivieron en el pasado un contexto político económico que facilitó cierta distribución de la riqueza en los sectores populares, en la actualidad, en el contexto mundial de crisis, no los acompaña. Las presiones del imperialismo y las clases dominantes sacuden cualquier tipo de intento de desarrollo con cierta independencia. El caso de Pedro Castillo en Perú y su giro a la derecha, el proceso constituyente en Chile que jugó no solo de negación del estallido del 2019 sino de sostén del propio Sebastián Piñera en la Moneda y sus políticas reaccionarias, o el Albertismo y el FdT en la Argentina son ejemplos claros de lo apuntado más arriba.
La deuda externa en Argentina no deja de ser un grillete que estrangula cualquier intento de desarrollo económico en el país. El imperialismo no es ni juega como en el siglo pasado, sino que su injerencia y expoliación se da a través del mercado mundial, en definitiva, la lucha por los mercados se reduce a los monopolios más poderosos. Honrar la deuda externa y la de los acreedores privados subsume cualquier desarrollo de una vida digna para la mayoría del país, arrojando a la indigencia a cada vez más sectores populares.
Entonces cualquier desarrollo independiente supone en primer lugar, definir con claridad la viabilidad o no del capitalismo como resolución de los grandes problemas que aquejan a las mayorías en el país.
En el marco del capitalismo no se puede dar la resolución de manera perdurable de la salud y la educación, el pleno empleo y el desarrollo de la vida en armonía con el medio ambiente, para que esto suceda hace falta una revolución.
Es por esto que necesitamos en primer lugar, bregar por la independencia política de nuestra clase, siendo imprescindible para tal objetivo la construcción de nuestro partido de trabajadores. Tan solo constatar que no hay independencia de la clase obrera y los trabajadores es ver parte del problema que tenemos por delante. Esto supone que aún las mediaciones siguen teniendo autoridad en amplios sectores obreros y de la vanguardia. Indudablemente la endeblez del Albertismo es cada vez más notable, por más que la CGT se posicione como garante no solo de su “continuidad”, sino de la subordinación a los planes de ajuste de los grandes empresarios -léase reforma laboral- y del tributo al FMI, pero, la constatación de falta de independencia política de la clase obrera, resulta en primer término reconocer que existen mediaciones como es el caso de Cristina Fernández, que aún mantiene su peso. Por esto, la interrelación de las tareas para el movimiento y construcción de nuestro partido son inseparables.
La formulación de poner en pie un gobierno de las y los trabajadores resulta imprescindible para dejar en claro nuestros objetivos finales, que no son más que señalar la inviabilidad del capitalismo y la necesidad del socialismo como salida.
La sobrevivencia de nuestra clase supone para el conjunto de la vanguardia, poner como tarea imprescindible e impostergable la puesta en pie de un Congreso obrero y de los trabajadores, que plantee irrefutablemente, la necesidad de avanzar contra las grandes patronales y sus representantes políticos, queda en manos de la vanguardia combativa y clasista, de las comisiones internas y cuerpos de delegados llevar adelante esta política.
Ésta es nuestra tarea.
Socialismo o barbarie cobra más vigencia que nunca.