La historia sigue escribiéndose justo frente a nuestros ojos, narrando a un pueblo aguerrido que ha determinado escribir con dignidad su futuro, aunque la tinta que le han obligado a usar sea, desgraciadamente, su propia sangre. Esos párrafos enteros que se redactan día tras día, nos enseñan lo azaroso de los movimientos insurreccionales cuando han determinado moverse, avanzando a velocidades inimaginables y con una constancia sin igual, aun a pesar de no tener un liderazgo determinado o los mejores recursos teóricos y estratégicos. Cualquiera que quiera seguirle, alcanzarlo o dirigirlo debe correr a su ritmo y comprender lo que desde dentro ya se está gestando: una dirección
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